El libro analiza los flujos migratorios que ocurren en las ciudades tradicionales por las que se mueven los migrantes: Tijuana, Ciudad Juárez y Matamoros, pero también los nuevos espacios migratorios, como Altar, Sonora y Reynosa, Tamaulipas, así como experiencias que se viven en Nogales, Sonora, que ha tenido una constante importancia como punto de cruce, y en Piedras Negras, Coahuila, con un actual incremento de jóvenes que cruzan por este punto fronterizo. La frontera norte de México, con 3,500 kilómetros de extensión, no es homogénea, cada ciudad tiene su geografía particular, su historia y sus características socioeconómicas muy propias. Estas especificidades regionales tienen una influencia central en los movimientos migratorios que acontecen en cada ciudad, las cuales pocas veces se conocen y se toman en cuenta en los estudios sobre migración. Ires y venires recupera la experiencia de diez ciudades fronterizas como espacio migratorio, en el que no sólo se llega para cruzar al norte, sino que se puede permanecer ahí, o bien ser el punto de regreso al sur. Así pues, la migración se convierte en un fenómeno complejo en donde se registran los ires y venires de miles de personas que no sólo se mueven por sus intereses personales sino por las características de las ciudades o bien por las políticas migratorias de Estados Unidos.