Libro
Cine y liberación
Fecha
20092009
Registro en:
978-607-450-059-2
Autor
Gil Olivo, Ramón
Institución
Resumen
Los años que van de 1955, con Río, 40 grados, de Nelson Pereira dos
Santos, a 1973, con La tierra prometida, de Miguel Littin, demarca-
ron un movimiento conocido corno el Nuevo Cine Latinoamericano, el
cual fue sustancial en la búsqueda de un lenguaje cinematográfico que
expresara verazmente la violenta realidad de este continente. De la fruc-
tífera búsqueda de esta generación de cineastas se originaron propuestas
que pusieron de manifiesto no únicamente la viabilidad de un lenguaje
propio, sino también su potencialidad en el tratamiento de la inmensa
variedad de ternas que brinda el mundo latinoamericano. Por un lado,
el cinema novo brasileño se planteaba aspiraciones que iban desde un
crudo realismo con Vidas secas (1963), de Pereira dos Santos, hasta un
barroquismo simbólico con Antonio das Martes (1968), de Glauber Rocha,
y Macunaima (1969), de Joaquín Pedro de Andrade. Por su parte, en
Bolivia, Jorge Sanjinés violaría las formas tradicionales del lenguaje cine-
matográfico para reencontrar uno propio, estrechamente vinculado a la
realidad indígena, corno en Yawar Mallku (1969) y en El coraje del pueblo
(1971). Femando Solanas y Octavio Getino representarían en Argentina,
con La hora de los hornos (1968) y sus tesis sobre el llamado tercer cine, una
de las posiciones más radicales de esta búsqueda, pregonando un cine
militante y de confrontación con el imperialismo y las burguesías criollas.
Por otro lado, los tres años que permaneció en el poder la Unidad Popular
en Chile (1970-1973), con Salvador Allende corno presidente, fueron sufi-
cientes para demostrar la validez que habían tenido los esfuerzos del
nuevo cine por crear conciencia y en su búsqueda de un cine vinculado a
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Cine y liberación
la realidad latinoamericana. Esta búsqueda se había visto ya apuntalada
por el triunfo de la Revolución Cubana en 1959 y la creación del Instituto
Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) y, como consecuen-
cia, por una generación de cineastas que experimentarían con formas que
iban desde el documental con Santiago Álvarez, hasta un cine de ficción
insertado en la realidad histórica de la isla antillana, como es el caso de
Humberto Solás con Lucía (1967) y Tomás Gutiérrez Alea con Memorias del
subdesarrollo (1968), entre otros.