Modulaciones de soberanía : un acercamiento a las raíces modernas de un debate contemporáneo
Autor
Guerrero Salazar, William Felipe
Institución
Resumen
El concepto de soberanía, dentro de la teoría política y jurídica, se ha asociado con el
surgimiento del Estado-nación, llegando al punto en el que el Estado moderno democrático
no puede ser entendido sin referirse a este concepto. Está tan arraigado el concepto de
soberanía con el de Estado que resulta difícil, desde diferentes ángulos de análisis, concebir
un Estado desprovisto de cualquier grado de soberanía. Es por lo anterior que, en la
actualidad, como lo afirma Robert Jackson, se llega a entender la soberanía como “una idea
de autoridad encarnada en las organizaciones fronterizas a las que llamamos ‘Estados’ o
‘Naciones’, que se expresa en sus diversas relaciones y actividades, tanto nacionales como
extranjeras”4
. Es así como el concepto de soberanía se constituye como uno de los más
fundamentales a la hora de hablar de la configuración del Estado moderno, concepto que se
encuentra en el centro de las discusiones políticas y legales que traen consigo las reflexiones
sobre este tema.
A pesar de lo anterior, existe una dificultad a la hora de asir el concepto de
soberanía, pues se ha relacionado y desarrollado a partir de un entramado de
subconceptos que se sobreponen y confunden. Conceptos como «autoridad», «poder»,
«legitimidad», «representación», «territorio», por nombrar solo algunos, se subsumen
en las definiciones dadas de soberanía. Un breve vistazo a las discusiones clásicas de
este concepto, como lo propone Prokhonik, muestra que los intentos por definir este
concepto han implicado subconceptos: Se ha utilizado, además, un grupo de términos para definir y discutir
la soberanía […] Conceptos como imperium (comando), jurisdictio
(administración de justicia), dominium (regla), potestas (poder) y officium
(deber), con todas sus resonancias, estos términos se han mantenido en la
tradición Occidental desde la antigua Roma, lo que puede arrojar, también,
luz en el significado de soberanía5
.
De esta manera, cualquier definición del concepto de soberanía que se establezca
tendrá, de una u otra manera, que constituirse a partir de este entramado de subconceptos,
que no solo apuntan al ámbito de lo político sino también de lo jurídico, que de este se
desprenden. Lo anterior hace que el concepto de soberanía, como se tratará de entender en
el presente trabajo, se constituya como un concepto poroso que admite varios subconceptos
que le son afines.
En este punto surge, con todo su peso, una de las dificultades más sobresalientes a la
hora de estudiar el concepto de soberanía. La autoridad, por poner un solo ejemplo, no es
necesariamente lo mismo que la soberanía, aunque puedan relacionarse en aspectos muy
concretos. Si se afirma que el soberano es aquel que tiene la autoridad de instaurar un
orden, entonces, el concepto de soberanía tendría que determinar, al mismo tiempo, qué
es autoridad y distinguirla, como se verá más adelante con el caso de Jean Bodin, de las
diferentes clases de autoridad que pueden existir. Si esto es así, entonces, cabría una pregunta
fundamental: si alguno de los subconceptos que conforma el «gran» concepto de soberanía
cambia de significado, ¿esto implica que la definición de soberanía también se altere? La
respuesta a este interrogante no es fácil, toda vez que se tiene en cuenta que cualquier
definición de soberanía se construye desde un contexto histórico-teórico específico. Así, la
definición propuesta por Bodin trata de responder, a su modo, a los efectos de las guerras
religiosas en Francia; mientras que Hobbes, por su lado, establece el concepto de soberanía
para dar respuesta a lo acontecido en la guerra civil inglesa.
Lo anterior lleva a realizar una precisión relevante al momento de reflexionar sobre el
problema que plantea la soberanía: esta, por su porosidad, se constituye como un concepto
operativo, pues termina siendo “una herramienta [conceptual] que puede adaptarse a las
condiciones cambiantes”6
. Es decir, el concepto de soberanía adopta matices específicos,
dependiendo del contexto histórico-teórico en el que se encuentre, para responder y
entender problemas determinados. Estos problemas, que pueden ser tanto políticos, sociales
y jurídicos, permiten que este concepto pueda inscribirse en diferentes ámbitos: desde la
teoría general del Estado hasta el constitucionalismo, pasando, inclusive, por reflexiones
específicas del derecho internacional y la teoría económica contemporánea. Esto lleva a distinguir tres focos de análisis del concepto de soberanía que se deben
delimitar con claridad: (1) descriptivo, (2) analítico y (3) prescriptivo7
. El primer nivel tiene
como objetivo establecer la definición que se le ha dado al concepto de soberanía a partir
de autores específicos; el segundo busca distinguir los subconceptos que están entretejidos
y le dan fundamento a la definición; por último, el tercer nivel pretende establecer a qué
problema histórico-teórico específico se inscribe y quiere dar respuesta. Estos tres niveles
de análisis permiten abordar de una manera más adecuada el concepto mismo de soberanía,
atendiendo a las contingencias e inestabilidades que este trae consigo8
.
El método más apropiado para el análisis del concepto de soberanía, por consiguiente,
es el genealógico, como lo sugieren Skinner (1993), Bartelson (1995) y Pokhovnik (2008).
La razón de esto es que este concepto solo puede entenderse desde postulados históricos y
teóricos en los cuales hunde sus raíces. De esta manera, establecer una definición unívoca
de soberanía es un esfuerzo que reviste de dificultad, en la medida en que depende del
contexto del que se parta. Así, “la soberanía no puede poseer un significado atemporal, no es
un concepto que permanezca igual e independiente de una ubicación”9
. Esta es la razón por
la que autores como Ward (1928) sugieren que para un estudio adecuado de la soberanía
se debe atender no tanto al qué sino al para qué se ha utilizado, cuál ha sido su finalidad,
dado que esta se ha constituido como un concepto operativo que se inscribe en un tiempoespacio determinado.
Siendo esto así, un estudio de la soberanía que utilice el método genealógico requiere
delimitar con precisión el contexto histórico-teórico en el que se desarrollará. En este
sentido, el propósito del presente texto es abordar las continuidades y tensiones que se
encuentran al momento de definir la soberanía con conceptos que le son afines, al mismo
tiempo que se establece una tensión entre el ámbito de lo legal frente al político. Para
argumentar lo anterior, nos referimos exclusivamente a la época moderna, en especial lo que
va desde Jean Bodin hasta Johann Gottlieb Fichte. Esta decisión está basada en aspectos
que consideramos relevante aclarar desde el comienzo.
El primer aspecto tiene que ver con la ruptura de noción clásica de república y el
surgimiento del Estado-nación. Los acontecimientos históricos de la modernidad (guerras
de religión, guerras civiles, etc.) permitieron el surgimiento del Estado-nación como nuevo
orden político: Apareció [tras la crisis de la monarquía en Francia] una nueva palabra para
esta nueva forma de gobierno político, en la que la política se convirtió en una
función independiente relacionada con un territorio, con una concentración
de poder y un aparato de gobierno orientado a su uso: el Estado El Estado surge como un aparato político que concentra y regula el poder. Y esta
regulación, en los términos más generales, es la que justifica y funda el concepto de soberanía,
en la medida en que busca mantener la cohesión de la regulación del poder.
El segundo aspecto, que se orienta en la misma dirección, es que la soberanía se
constituye como un criterio normativo que opera en la relación entre Estados-naciones.
Esto sucede, pues se establecen las características propias del Estado soberano, aquel que
está supeditado a un territorio específico, que tiene la autoridad de administrar y garantizar
el orden en ese territorio y asegura los límites que diferencian lo interno de lo externo. Estas
características del Estado soberano, como se argumentará más adelante, son el escalón que
permite entender la soberanía desde un ámbito externo, que rige la relación entre Estados.
La soberanía, en medio de los acontecimientos históricos de la modernidad, se convierte
en el criterio de igualdad entre Estados que fundamenta cualquier relación entre ellos. Este
será, en términos concretos, el núcleo constitutivo de la noción jurídica de soberanía11.
El tercer aspecto es que las reflexiones de Bodin y Hobbes procuraron establecer
y delimitar un concepto fuerte de soberanía. Los Seis libros de la República es el primer
intento por concretar un concepto de soberanía que se distingue, en aspectos radicales,
de una visión clásica-medieval de la soberanía. Esta ruptura entre el orden anterior y el
moderno se fundamenta bajo la figura del Estado como persona ficta. El Estado, bajo esta
perspectiva, se entiende de esta manera al poseer la voluntad para fijar y garantizar el orden
dentro de un territorio específico. Ahora bien, como lo expresa Prokhonik: “Bodin y Hobbes
son reconocidos […] como los teóricos que explotaron la metáfora del Estado-persona,
un Estado como actor unitario equipado con una voluntad y comportamiento racional”12.
Tanto Bodin como Hobbes establecen la soberanía como el espíritu de la persona ficticia
del Estado. Esta no solo permite la ejecución del poder que le es propio para garantizar el
orden, sino también el fundamento último del Estado.
El último aspecto tiene que ver con el surgimiento del concepto de soberanía como punto
gravitacional de conceptos políticos específicos. La soberanía, al ser un concepto político,
puede caracterizar diferentes aspectos del orden social. Así es como «última autoridad»,
«fundamento de la ley», «supremacía legal», «instituciones políticas», «proclamación de
la guerra y paz», «bien público» son conceptos que se relacionan y definen a partir del
concepto mismo de soberanía. De esta manera, la operatividad de este no se da de manera
aislada, como si fuese un concepto unívoco e independiente, sino que opera apoyándose en
otras formas políticas y sociales que se articulan en la figura del Estado. Así, aspectos como
la ley, la autoridad y la legitimidad toman nuevos significados y efectos distintos bajo la
nueva forma de Estado, que comienza a configurarse desde el siglo XV, a los que se daban
en la época medieval.