Transhumanismo, tecnoceno y nuevos sustantivismos
Autor
Vaccari, Andrés Pablo
Fisher, Jaime
Institución
Resumen
Fil: Vaccari, Andrés P. Universidad Nacional de Río Negro. Centro de Estudios en Ciencia, Tecnología, Cultura y Desarrollo; Argentina Fil: Fisher, Jaime. Universidad Veracruzana; Mexico El problema del sustantivismo tecnológico, un planteo supuestamente superado y a menudo descartado de plano por muchos filósofos,ha adquirido una nueva y urgente vigencia. Por un lado, esta creciente popularidad se debe a que el sustantivismo expresa un sentimiento palpable y prevalente en nuestras sociedades: la noción de que no hay un “afuera” del sistema global. Mark Fisher se refiere a este sentimiento con el nombre de realismo capitalista: “la sensación generalizada de que el capitalismo no solo es el único
sistema político y económico viable, sino que ahora es incluso imposible imaginar una
alternativa coherente” (2009: 2). El sistema capitalista extractivista está alcanzando sus límites materiales. Somos testigos y víctimas de una catástrofe planetaria sin precedentes, una crisis que puede
conducir al colapso total de la civilización. Ante esta situación, las ideologías dominantes de
la tecnología, nucleadas alrededor de Silicon Valley, han acelerado sus discursos al punto del
paroxismo. Pero la concepción sustantivista atraviesa todo el espectro político.Esta
resignación, la incapacidad de soñar un afuera del sistema, empapa y corroe nuestro
imaginario político. En este panorama, la tecnología es un problema central.
La noción vertebral del sustantivismo es que el entramado técnico es una totalidad
irreducible compuesta de partes dependientes entre sí, de modo que solo podemos aceptar
o rechazar el “sistema” en su conjunto. Todos nuestros actos se hallan encastrados en una
red planetaria animada por una lógica y valores irreversibles, inscriptos en nuestros artefactos
y modos de vida. Aunque el sistema (la Technique de Ellul, la Technik del debate TechnikKultur, la “tecnología” en nuestros tiempos) exceda lo estrictamente “técnico”, la tecnología tiene un rol único e irreemplazable como condición de posibilidad del sistema. Siguiendo esta línea de argumentación, podemos afirmar que una completa época histórica se expresa en
ciertas tecnologías dominantes, se “sustantiviza” en sus artefactos. Si hablamos del
capitalismo, entonces estamos hablando de una configuración específica de artefactos,
modos de vida y modos de producción. Esto es justamente lo que términos como Technik y
Technique buscan expresar: la tecnología como mundo, como teología, kosmos. Cualquier
tesis revolucionaria debe contemplar la posibilidad de que los fines y valores de una época histórica o sistema socioeconómico son parte estructural de su cultura material, y por lo tanto no pueden ser redireccionados para otros fines. El segundo grupo de tesis del sustantivismo refiere a ciertas características formales
de la tecnología. Ellul identifica una serie de aspectos: Automatismo, autocrecimiento,
unicidad (o indivisibilidad), encadenamiento, universalismo, y autonomía. Estos aspectos
conciernen al cierre funcional de los sistemas. En el nivel sincrónico, de funcionamiento, la
máquina es una unidad estructural-funcional en la que cada elemento tiene su razón de ser
en vistas a una meta dada. En su dimensión histórica o diacrónica, la tecnología evoluciona
como un sistema cerrado, con una resonancia interna (Simondon 2008) establecida por la fina
trama causal que vincula a los componentes entre sí. De esto se deriva la íntima
interdependencia entre los componentes de un sistema. La unicidad y autonomía del sistema
dependen de su economía funcional, la interconectividad más o menos precisa de sus
elementos.
La gran ironía es que, desde sus comienzos, el sustantivismo ha sido una postura
pesimista y crítica de la noción de progreso y de las promesas de beneficencia asociadas a la
tecnología. Ahora, esta misma postura se ha transformado en el credo de un culto tecnofílico,
una religión de la tecnología. Esta religión enfatiza la totalidad y autonomía del sistema, pero
no necesariamente como impedimento a la libertad humana, sino como su realización. El
sistema ya no oprime ni regula la acción, sino que es vehículo y condición de posibilidad de la
consecración de la humanidad misma. El mito que ejemplifica esta idea del modo más
espectacular es la Singularidad, el punto histórico en que el progreso tecnológico se acelerará
al infinito. La Singularidad es una especie de culto radicado en Silicon Valley y liderado por el
futurólogo y Jefe de Ingeniería de Google, Ray Kurzweil. Su premisa central es el avance
exponencial del progreso tecnológico, el cual llegará a un punto crítico en el que se borrarán
los límites entre biología y tecnología. “La Singularidad nos permitirá trascender [las]
limitaciones de nuestros cuerpos y cerebros biológicos. ... A finales de este siglo, la parte nobiológica de nuestra inteligencia será trillones de billones de veces más poderosa que la
inteligencia humana natural” (Kurzweil 2005: 25). Estamos en el umbral de la Sexta Época de
la Evolución, donde la inteligencia “comenzará a saturar la materia y la energía en su medio”
y el cosmos encontrará su “destino inteligente” (21). Nuestros descendientes posthumanos
conservarán su estatus moral de humano, expresando los deseos y ambiciones más esenciales
de la especie. En el tecnoapocalipsis humanista de Kurzweil, la tecnología y lo humano van de la mano. En su devenir histórico, la tecnología se dirige “naturalmente” a realizar la transcendencia humana, a liberar al cuerpo de su estrato biológico perecedero. La tecnología cumple con los designios espirituales del ser humano y ambos colaboran para realizar el destino común del universo.
Por su parte, Kevin Kelly se refiere al “technium” como el Séptimo Reino de la naturaleza, un todo orgánico que evoluciona siguiendo los mismos principios de lo viviente.
El technium es la red global de máquinas y sistemas que componen un organismo con una agencia propia que excede la intencionalidad humana: “todos los sistemas generan su propio impulso. Dado que el technium es una consecuencia de la mente humana, también es una consecuencia de la vida, y por extensión es una consecuencia de la auto-organización física y química que condujo primero a la vida” (2010: 15). Aquí también, el ser humano es llamado a entregarse de lleno a la lógica del desarrollo tecnológico.
En estas visiones, tal como decía Ellul, la naturaleza se desvanece de vista dentro del horizonte de la técnica y la técnica misma se transforma en una entidad inmanente, un
“reino” de la naturaleza. Este nuevo estatus ontológico consagra las características centrales
del sistema técnico, en particular su autonomía y unicidad. A su vez estas narrativas
reformulan viejas metáforas que apuntan a legitimar el presente orden socioeconómico,
representándolo como algo natural y, por lo tanto, inevitable y moralmente neutro. Estas
metáforas se remontan al establecimiento del liberalismo económico y de la teoría de los
mercados. En aquel momento histórico las analogías mecanicistas comienzan a ser aplicadas
a la sociedad y a la conducta humana. El rasgo central del funcionamiento de las máquinas
que es trasladado al mercado es la autoregulación (véase Mayr 1986), dogma esencial de la
teología neoliberal actual.