Artículo
Católicos y vida pública en América Latina
Registro en:
0326-2774
2524-9525 (online)
Autor
Carriquiry Lecour, Guzmán M.
Institución
Resumen
Resumen: La Iglesia no puede jamás ser ajena a las vicisitudes de la vida
pública de pueblos y naciones. Esto es propio de la lógica de la encarnación.
Cristo, en efecto, vino para salvar al hombre real y concreto, que
vive en la historia y en la comunidad, y, por lo tanto, el cristianismo y
la Iglesia, desde el comienzo, han tenido una dimensión y una vigencia
también públicas.1
La Iglesia es pueblo universal de Dios –una “etnia sui generis”,
la definió elocuentemente el papa Pablo VI– que vive en el seno de
todos los pueblos, dentro de los más diversos estados pero trascendiéndolos,
asumiendo críticamente las diferentes culturas sin confundirse
con ninguna de ellas. Desde sus orígenes, la Carta a Diogneto así
presentaba a los cristianos: ni por región ni por su lengua ni por sus costumbres se distinguen de
los demás hombres. [...] De hecho, no viven en ciudades propias, ni tienen
una jerga que los diferencie, ni un tipo de vida especial [...] participan de todo como ciudadanos y en todo se destacan como extranjeros.
Cada país extranjero es su país, y cada patria es para ellos extranjera
[...]. Obedecen las leyes establecidas, y con su vida van más allá de las
leyes [...]. Para decirlo brevemente, como el alma en el cuerpo así están
los cristianos en el mundo.