Hispamérica

dc.creatorOpazo-Retamal, Cristián Marcel Alonso
dc.date2021-08-23T22:48:51Z
dc.date2022-07-08T20:20:11Z
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dc.date2017
dc.date.accessioned2023-08-22T10:00:18Z
dc.date.available2023-08-22T10:00:18Z
dc.identifier1150483
dc.identifier1150483
dc.identifierhttps://hdl.handle.net/10533/250233
dc.identifier.urihttps://repositorioslatinoamericanos.uchile.cl/handle/2250/8338342
dc.descriptionSin mediar aviso, el domingo 17 de enero de 1965, el dramaturgo chileno Jorge Díaz Gutiérrez (20-II-1930–13-III-2007) se autoexilia en Madrid. En los meses que siguen, el “autor de moda” en Santiago vive de anónimo, primero en una pensión (frente al hotel Palace, en la carrera de San Jerónimo esq. Marqués de Cubas), después en un piso de alquiler (justo detrás de la plaza Mayor, en el número 14 de la calle homónima, puerta segunda izquierda). Almuerza, siempre, en casa Rodríguez y, allí, sagradamente, escribe en servilletas, sorbe un café extra-corto y conversa largas horas con el dependiente de la tienda de sombreros de la vecina plaza Santa Cruz que, al igual que él, ya roza sus cuarenta. De seguro, Díaz confiesa, a su silente interlocutor, estar “un poco harto de Chile”. Y, con aire crispado, le comenta luego que “el público complaciente” de los teatros de universitarios lo fastidió con su “aplauso benévolo”, con “el palmoteo en el hombro”. Desatado ante este escucha ajeno a las cuestiones del oficio teatral, Díaz se reconoce alentado por su “única compulsión”: sacudirse de “[mi] educación, [de] mi formación intelectual”.1 En Santiago, en tanto, la agorafobia —pavor súbito a los espacios ajenos2— se desata en el circuito burgués: creadores, críticos y espectadores temen el 1. Jorge Díaz, “Dos comunicaciones”, Latin American Theatre Review, IV, 1 (1970), pp. 73-4. En su diatriba, Díaz alude al malestar que se suscita entre los teatristas formados en las universidades de Chile y Católica. Inspirados en las misiones de Alejandro Casona, estos estudiantes se imponen el deber de desarrollar las artes dramáticas y, a través de ellas, ofrecer educación cívica a una comunidad nacional tensionada, desde dentro, por las demandas de justicia social y, desde fuera, por los espectros de la Guerra Fría. Eso sí, a poco andar, ellos mismos acusan las limitaciones de una institucionalidad que, por acceso y cobertura, sigue siendo elitista. Ya en 1955, un grupo de estudiantes —Díaz incluido— deja la UC para fundar una compañía independiente, ICTUS. En la nota aludida, Díaz explica que, para él, esa escisión tampoco fue suficiente porque “empiezo a trabajar… en un teatro cuyo público habitual está formado por una minoría económicamente fuerte, bien informados, acostumbrados a viajar y muy europeizados… me convierto así, involuntariamente, en su vocero autorizado… me doy cuenta que mi propósito de denuncia es fundamentalmente ingenuo”. 2. Joshua Holmes, “Building Bridges and Breaking Boundaries: Modernity and Agoraphobia”, Opticon 1826, I, 1 (2006), p. 1.
dc.descriptionRegular 2015
dc.descriptionFONDECYT
dc.descriptionFONDECYT
dc.languagespa
dc.relationhandle/10533/111557
dc.relationhandle/10533/111541
dc.relationhandle/10533/108045
dc.rightsAtribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Chile
dc.rightshttp://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/3.0/cl/
dc.rightsinfo:eu-repo/semantics/article
dc.rightsinfo:eu-repo/semantics/openAccess
dc.titleEl secreto autoexilio de Jorge Díaz en Madrid
dc.titleHispamérica
dc.typeArticulo
dc.typeinfo:eu-repo/semantics/publishedVersion


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