En Ecuador, el cultivo de la palma aceitera tiene una gran importancia económica en la y se extiende por una superficie estimada de unas 214.570 ha (FAOSTAT, 2014), generando fuentes de empleo directo e indirecto para 90.000 y 50.000 personas, respectivamente. El 87,1 % de los palmicultores son dueños de pequeñas áreas de cultivo con plantaciones menores a 50 ha (Censo Palmero, 2005), lo que refleja el enorme impacto social del cultivo. No obstante, desde 1976 la producción se está viendo limitada por la incidencia de una enfermedad conocida como Pudrición del Cogollo (PC). Los primeros casos se registraron en el noreste de la región amazónica en plantas de tres a cuatro años de edad de una plantación de la empresa Palmeras de los Andes (Dzido et al., 1978). Desde entonces, se produjo una creciente mortalidad de palmas; reportándose entre 1992 y 1993 la destrucción de grandes plantaciones de palma en un área superior a las 5 000 ha. En los últimos años, solo en el Noroccidente del país alrededor de 25 000 ha de palma aceitera han sido diezmadas por esta enfermedad, principalmente en Esmeraldas (San Lorenzo y Viche).. En cuanto a las condiciones de estrés predisponentes a este desorden, los suelos con tendencia al encharcamiento, arcillosos en superficie (principalmente caolinita), con pH acido (<5) en el estrato superficial, con alta saturaci6n de aluminio (Al3+) (>60%), con bajo contenido de material orgánico superficial (aprox. 1%). Además de la práctica del plateo, ambientes muy húmedos con temperaturas tropicales, parecen ser detonadores del debilitamiento de las palmas debido al lavado de minerales y a la solubilización de Al3+ (Cristancho et al., 2007; Laing, 2010; Rivera et al., 2016).