La microempresa no es resultante exclusiva de la pobreza, razón por la cual no sólo existe en Latinoamérica, sino que existe también en países como Estados Unidos de Norteamérica, Francia, Inglaterra, Alemania, Japón. La Microempresa es parte de su aparato productivo, en un porcentaje que va del 25 al 30% segun estudios de la PDNU. Los gobiernos de éstos países, antes que desconocer su existencia y tratar de extinguirla, lo que hacen es reconocer su importancia económica y social. Luego de la segunda guerra mundial la ex Unión Soviética pudo fortalecer su posición ideológica en el mundo y exportar las tesis en favor de la organización obrera para contrarrestar el poder de los dueños de las fábricas. Esta lucha sórdida y en muchas veces sangrienta dio origen a la necesidad de reducir el poder de la 24 organización sindical, lo que fue posible a través de una estrategia que ha durado varias décadas en consolidarse: a) Disminuir la mano de obra en las diferentes empresas; b) Bajar los niveles de conflictividad laboral; c) Aumentar las ganancias sin tener que compartir; y, d) Reducir los costos de producción. Esto trajo consigo que los diferentes países del mundo endurecieron las condiciones para la organización sindical y flexibilizaron la contratación laboral, permitiendo la contratación por horas o a destajo y eliminando grandes indemnizaciones (tal como sucedio en Ecuador con las Ley Trole I y II). Las puertas estuvieron franqueadas para disminuir mano de obra, lo que permite la disminución de los costos productivos. Los trabajadores con relación de dependencia constituyen una especie en extinción, puesto que ahora son los trabajadores autónomos o independientes los que en forma mayoritaria componen la población económicamente activa. En América Latina se considera que el 60% de la PEA es autónoma. Esta realidad sigue creciendo mientras más avanza el proceso modernizado y la globalización de la economía. Al mismo tiempo la posibilidad de despedir sin mayores dificultades a los trabajadores, tuvo como resultado la disminución de la conflictividad laboral y las huelgas han pasado a mejor vida. Ya no existe la disputa por la repartición de las ganancias. Ahora los empresarios saben que las ganancias deben ser compartidas si quieren tener mayor productividad, mejor calidad y el incremento en el consumo.