dc.description | México es considerado como un país de planes, intrigas, revoluciones, asonadas, conjuraciones y conjurados. Al mismo tiempo, es reconocido como un país de conmemoraciones. Precisamente, no está lejano ya el año en el que podrán celebrarse un centenario y un bicentenario. Y esos aniversarios próximos nos ofrecen la ocasión para reafirmar y concluir los ideales de esas dos luchas, acaecidas en 1810 y en 1910. Esto sin dejar de mencionar la contienda reformista por la separación de poderes y que, a la postre, culminó en la confirmación de la soberanía nacional, al erradicar la intromisión extranjera y al afianzar la institución republicana. Es sabido que la autonomía política, conseguida en el siglo XIX, y el reconocimiento de los derechos campesinos y obreros, obtenido cien años después, adolecen en la práctica de restricciones. Por eso, casi en el arranque de este siglo y milenio, el año 2010,, nos puede ofrecer la oportunidad de esa doble conmemoración y la posibilidad de obligar a una flexión de nuestra historia, al concebir un propósito y al reafirmar una idea: el que esta generación promueva, "todos a una" , la última conspiración para abatir las dependencias externas y alentar una rebeldía social, pero contra contra sí misma; para, arrancando egoísmos y complejos, sacudir el subdesarrollo y encontrar los caminos de las concordias políticas y descubrir los mecanismos de los acuerdos nacionales. Elegir un perenne monumento conmemorativo a la patria en el siglo XXI, con la evidencia de una maduración social y de una esforzada voluntad por el bien común y la prosperidad en la diversidad racial. | |