Articulo
Neohumanismo y estructurología en el campo literario
Autor
Castagnino, Raúl Héctor
Institución
Resumen
El mundo actual se levanta sobre renovadas variantes de racionalismo y positivismo. Los que, sucesivamente, han dado en denominarse neohumanismos son, desde ciertos ángulos de enfoque, actitudes neorracionalistas. En estas líneas intento discutir si la estructurología —doctrina a la moda que algunos proclaman como versión presente del humanismo y otros niegan en ese carácter— puede aspirar a dicha condición. La idea tradicional de humanismo se instaló, desde el siglo XV, con sentido primero y pertinencia funcional concernientes a la filología y la gramática, sobre móviles recuperadores de saberes antiguos, por medio de dichos instrumentos. El humanismo clásico, en el fondo, fue —luego de redescubierta— la ocultación de la inhumanidad del mundo griego, para poner de relieve sólo un ángulo mínimo de su espiritualidad. No por mera casualidad histórica el humanismo clásico refloreció después del cristianismo feudal. Satisface poco, para justificar su inserción, la teoría de los ritmos o ciclos. En cambio, es más lógico explicar su emerger por coincidencias latentes; razón por la cual el humanismo clásico no irrumpe como reacción anticristiana, sino por natural evolución del proceso sociopolítico medieval. “Cuando el humanismo clásico —entiende Pierre Jouguelet— atribuye al hombre, tradicionalmente, una naturaleza, se entiende por tal un principio de crecimiento que anticipa a cada individuo el diseño de una trayectoria definida”.
Esa prederrota —especie de fatalidad estructural— común en lo griego y en el cristianismo, es reemplazada en lo moderno por otro determinismo más cerradamente racional: el de las formas. Humanismo clásico y cristianismo mantuvieron la imagen de la sacralidad; de ahí su relación evolutiva antes que reactiva. El neohumanismo se manifiesta desacralizador. Un ejemplo literario aclarará el concepto. Universidad Nacional de La Plata