Escribir sobre agua. Ensayo en torno a Nagarjuna y la vacuidad
Autor
Jorge, Facundo Sebastián
Institución
Resumen
El pensamiento vivo budista se ha trasladado a través de los siglos V antes de nuestra era al V de nuestra era, de oeste a este, es decir de India a Japón haciendo escala en China en el primer siglo de nuestra era. Aún en India los diferentes cismas fueron reelaborándolo en relación con la “utilidad,” geografía y al trabajo interpretativo realizado sobre las enseñanzas de Buddha y los textos canónicos que fueron apareciendo en el transcurso de la vida del budismo que todavía perdura. En el siglo II de esta era a través del Madhyamika, con Nagarjuna como pilar y fundador de esta visión dentro de la escuela del Mahayana, se llevarán al extremo ciertas concepciones budistas, como es el caso de la Vía media (concepción que da nombre a esta visión del mundo), y habrá una reelaboración que dará pie a falsas acusaciones e interpretaciones tales como el “nihilismo budista” que bien desenmascarado está ya por Fatone. El problema de la vacuidad, como propiedad constitutiva de todo en un mundo de impermanencia, ha dado lugar a controversias y discusiones con la escuela del Nyaya y del Hinayana, que tienen que ver con el modo de conocimiento de la realidad, o bien la posibilidad de “la realidad”. Y quizá, lo más polémico: el anhelo de iluminación y liberación, alfa y omega del pensamiento de la India (¿y por qué no del Oriente?).
¿Qué forma toma Nirvana en este pensamiento que hace hincapié en la carencia de esencia propia (vacuidad) de todo lo que existe y no-existe? ¿Qué papel cumple el lenguaje cuando se trata de capturar con conceptos aquello indefinible, aquello sobre lo cual no podemos hacer pie? Ante el peligro de hundirse en un vasto océano se planteará en el siguiente trabajo un móvil abordaje que, embarcado en la metáfora, eludirá las trampas del lenguaje, los precipicios del vacío y las impertinentes definiciones.
Nagarjuna ha dicho que la palabra no es la cosa misma. Distinto a la pretensión cientificista de un lenguaje cerrado y estable, debemos adecuar el lenguaje a la cosa que se nombra, a la situación en que se encuentra y desapegarse, desapropiarse de toda idea. De este modo dar paso a una nueva, viva experiencia, hasta el punto en que el lenguaje ya no podrá señalar nada más y deberá extinguirse.