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Sector agropecuario
Fecha
2020-06-01Registro en:
9788448621643
9788448621650
Autor
Taboada, Miguel Angel
Busto, Mercedes
Costantini, Alejandro Oscar
Maggio, Andrea Graciela
Perin, Adriano
Sampaio Pimentel, Marcio
Alfaro, Marta Andrea
Pons Ganddini, Diego
Monterroso Rivas, Alejandro Ismael
Loboguerrero, Ana María
Resumen
En los países RIOCC se observa una marcada heterogeneidad en lo que respecta al sector agropecuario y al tipo de medidas de adaptación posibles. Mientras que en algunos países la población desarrolla una agricultura de pequeña escala, muy dependiente del clima, en otros existe una agricultura tecnificada enfocada a la exportación. En la mayor parte de los países latinoamericanos y del Caribe existe una mediana a elevada proporción de población rural que desarrolla un tipo de agricultura de pequeña escala con
escasa conexión con los mercados internacionales, donde se desarrolla una agricultura familiar y campesina, a menudo de subsistencia y con uso de prácticas ancestrales, aunque también existe desarrollo capitalista en huertas familiares.
Por el contrario, aquellos países con menor población rural y mayor extensión de tierra (p. ej., Argentina, Brasil y Paraguay)
tienen además una actividad agropecuaria de tipo empresarial con mayores escalas con un fuerte enfoque en
los saldos exportables. Las principales amenazas climáticas surgen de la ocurrencia de estreses térmicos e hídricos para cultivos y ganado, pérdidas de cultivos y hacienda por los procesos erosivos, sequías e inundaciones y la mayor diseminación de plagas
y enfermedades. No obstante, en algunas regiones también surgen nuevas oportunidades por el incremento de precipitaciones,
cambios en su estacionalidad y por la posibilidad de explotar nuevas variedades (megatérmicas o tropicales) en zonas donde no había sido habitual hacerlo. El nivel de exposición a las amenazas planteadas es muy variable en función principalmente del nivel socioeconómico de la población afectada, la rigidez o flexibilidad relativa con que pueden variar sus sistemas productivos o adoptar tecnología, y la posibilidad de asistencia o disponibilidad de dicha tecnología. Algunos ejemplos de acciones de adaptación al cambio climático
incluyen:
• Medidas protectoras. Se incluye la construcción de represas de contención de deslizamientos y prevención de erosión y aludes por deslizamientos, la restauración de ecosistemas y mejoras en la captación del agua.
• Agricultura climáticamente inteligente (ACI). En varios países de la región se ha implementado en los últimos años la denominada agricultura climáticamente inteligente.
La ACI se basa en tres pilares fundamentales:
incrementar de forma sostenible la productividad y los ingresos agrícolas; adaptar y desarrollar resiliencia al cambio climático, y reducir o eliminar las emisiones de gases de efecto invernadero.
• Sistemas de alerta temprana climática. Se encuentran entre las medidas de tipo planificado más usuales como forma de generar medidas preventivas frente a eventos climáticos extremos, del tipo de granizadas, heladas tempranaso tardías, olas de calor o sequías prolongadas.
• Cambios de zonas de siembra. Cambios o avances de la agricultura hacia zonas marginales suelen ser respuestas de tipo autónomo por parte de los agricultores. Sirven de ejemplo el avance de la frontera agropecuaria hacia el oeste y norte en la Argentina (en respuesta a cambios en la distribución de lluvias) y los desplazamientos de zonas de siembra de caficultores hacia tierras de cotas más altas en áreas montañosas (buscando eludir los aumentos de temperatura y las plagas).
• Cambio de variedades y traslado de cultivos. En la Península Ibérica, conviene destacar la existencia de diversas iniciativas a nivel nacional para el trabajo científico en red y el intercambio de información en materia de cambio climático y agricultura en España, la plataforma AdapteCCa y la red REMEDIA (Medina Martín, 2016). A modo de ejemplo, en respuesta a escenarios de riesgo climático
para los viñedos, se proponen desde medidas simples,como cambiar el manejo de los suelos con coberturas verdes y de paja y la conducción de los viñedos en sistema de vasos, a medidas más complejas y onerosas, como el traslado de zonas de vid a mayores altitudes o el cambio de variedades.
• Siembra directa. En la agricultura a gran escala la adopción de la tecnología de manejo de suelos con siembra directa contribuyó a un trabajo en escala económicamente rentable y a la posibilidad de plantar cultivos como maíz y soja en áreas climáticamente más vulnerables.
• Mejora de pastos y razas de ganado. Con respecto a la ganadería, las opciones tecnológicas de adaptación pasan por mejorar la calidad del forraje con variedades adaptadas a sequía y razas de ganado de mayor rusticidad en países con ganadería en pastoreo, como Nicaragua, Costa Rica y México. Aunque existen medidas con claros cobeneficios con la mitigación o conservación del suelo, otras conllevan efectos adversos. Existen muchas medidas de adaptación que exhiben claros cobeneficios con la mitigación de cambio climático o con la prevención de la degradación de tierras y de desertificación, tal como se ha mostrado en el reciente
Informe de Cambio Climático y Tierra del IPCC (IPCC, 2019). Ello sucede a menudo porque estas medidas protegen los suelos, incrementando sus almacenes de carbono o disminuyendo sus tasas de erosión. Otras medidas de adaptación no van en este sentido y generan efectos adversos importantes. Un ejemplo manifiesto son los cambios de uso del suelo por avances en las zonas de cultivo que generaron pérdidas de biodiversidad y almacenes de carbono en pastizales y bosques, nuevas plagas y enfermedades o resistencia de las mismas, y desequilibrios hidrológicos importantes. Si no se presta debida atención a estos efectos adversos, los impactos negativos pueden exceder los eventuales beneficios buscados, y en algunos casos hasta aparentemente obtenidos.