Tesis
Comercio ambulatorio y sentidos de reciprocidad: El caso de los vendedores en los ómnibus del transporte público de la Vía Expresa de Lima
Fecha
2012Registro en:
Calle, A. (2012). Comercio ambulatorio y sentidos de reciprocidad: El caso de los vendedores en los ómnibus del transporte público de la Vía Expresa de Lima. Tesina para optar el grado de Licenciado en Antropología. Escuela Académico Profesional de Antropología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, Perú.
Autor
Calle Vera, Andrés Manuel
Institución
Resumen
La revisión de importantes autores que han abordado la explicación del
fenómeno de la informalidad nos conducen a las vías sociológicas, jurídicas,
económicas y antropológicas que, en el fondo privilegian lo económico, lo legal
o lo cultural para tratar de explicar y descubrir los sistemas y procesos que se
reproducen tras de la informalidad en un contexto de pobreza y subordinación
en el que desenvuelve el país.
La antropología, encuentra que, en la informalidad urbana, se manifiestan
patrones culturales de conducta muy ligados en su mayoría a las tradiciones
andinas enriquecidas o transformadas por la modernidad. Así, la solidaridad, el
amor al trabajo, la ayuda mutua, la reciprocidad, la redistribución, etc., son los
principales instrumentos que validan la dinámica entre los informales, los que a
su vez se tiñen con los valores de la competencia, ganancia, lucro, ventaja,
explotación, etc., propias del mercado autorregulado. Investigaciones como las
de Degregori (1986), Golte (1988) y Valdivia-Adams (1991), dejan claro
precedente de la mixtura y combinaciones de la informalidad, el mercado y los
migrantes provincianos en Lima.
Un enfoque de corte liberal y legal, señala que la causa de la informalidad en
general, es el complejo y enmarañado conjunto de normas burocráticas y
jurídicas que, prácticamente impiden y desaniman la formalización y
capitalización del potencial empresarial y humano que posee el peruano,
Hernando de Soto (1986), ha sido el principal exponente conceptual de esta
orientación y, entre sus contribuciones gubernamentales se cuentan la Ley de
Simplificación Administrativa, incorporada por el gobierno de García Pérez y el
impulso de la Titulación de la Propiedad Informal durante el gobierno de
Fujimori. Desde la historia reciente, un estado centralista y elitista, ha terminado por
asfixiar el interior del país, abandonándolo en grandes vacíos y ausencias
económicas y políticas. Estas condiciones, desde la década del 50, han
producido consistentes oleadas migratorias sobre las ciudades de la costa,
especialmente Lima. Estas nuevas condiciones, no previstas, han desbordado
las capacidades y servicios instalados en las ciudades que al ver
quintuplicadas las demandas de trabajo, vivienda, salud, educación; entra en
un proceso de informalidad generalizada.
A estas características se suman la discriminación y marginación que padecen
los migrantes andinos en las grandes ciudades según observaba Quijano
(1980), y con ellas la imposición de una ciudadanía inacabada y endeble,
señalada por López (1995), o que el mismo autor calificaría dos años después
como una “ciudadanía de segunda clase, imaginaria” (1997).
Sin embargo, “unos peruanos son más ciudadanos que otros” (López,
1997:230) no todos acceden a los derechos ciudadanos en igualdad de
condiciones, en tanto que los derechos civiles, políticos y sociales han quedado
reducidos a la propiedad individual, a la libreta electoral y a los derechos del
trabajador respectivamente. Y, por otro lado, la pobreza como expresión clara
de la desigualdad social y la discriminación cultural, está fuertemente
relacionada con los niveles de ciudadanía: “a medida que la pobreza aumenta,
la ciudadanía disminuye, y a medida que aquella disminuye, esta aumenta”
(López, 1997:459-461).
Y, si la pobreza excluye o incorpora en la ciudadanía, el mercado,
puede llegar a convertirse en la primera vía para acceder a ella. Tal es el caso
de los migrantes étnicos que, debiendo anular o, estratégicamente postergar,
parte de su activo cultural proveniente de los andes, incorporaron idioma,
cultura, alimentos, vestido, etc., diferentes a precio de ser aceptados como
ciudadanos e iguales (Balbi, 1997) en la dinámica comercial limeña.
Por otra parte, la ciudadanía no es puramente conquistas y logros de índole
material. Los aspectos de las emociones, sensaciones, de la salud, de la satisfacción con su trabajo y su nivel de preparación, de las expectativas de
vida, de los valores son de igual importancia en una sociedad que promueva la
justicia y la igualdad. “es necesario saber que privilegios legales y políticos
disfrutan los ciudadanos, que libertades tiene para conducir sus relaciones
sociales y personales. Es necesario saber cómo están estructuradas las
relaciones familiares y las relaciones entre géneros” (Nussbaum_Sen,
1996:15).
Si la informalidad y la ciudadanía manifiestan características que las hacen
parte de un proceso social e histórico que, las ha hecho interdependientes y
complementarias, el espacio público, (de nuestro interés) termina de conjugar
la anterior relación.
El espacio público, aquel que pertenece a todos sin ser de ninguno, es también
el espacio de las contradicciones: del encuentro y del desencuentro, de la fama
o del completo anonimato. En un contexto de construcción de la solidaridad y
reciprocidad urbana, el espacio público es el principal lugar de los intercambios
e interacciones, donde los diferentes grupos de la sub-urbe y del “lugar
exclusivo” rozan permanentemente diferentes manifestaciones de cultura, de
estímulos consumistas y otros valores.
En las dinámicas urbanas del mercado, el espacio público es tomado, a viva
fuerza o mediante negociación. Tenerlo u ocuparlo temporalmente, posibilita
una renta a quien dé él se apropia (Avendaño, 1998). Los lugares de tránsito, denominados por Auge (1998:30_46) como, no
lugares, carecen de identidad, de relación y de historia como signos del
proceso social, aunque no de forma total, cerrada o absoluta.
Así, nuestro espacio móvil, el interior de los buses; nuestro espacio de tránsito,
los paraderos de los buses, retienen caracteres que equivalen en parte a los
denominados no lugares, con la especial diferencia de que aun siendo
espacios anónimos, presentan una agitada dinámica de vida en cada una de
las historias personales que día por día se manifiestan. Nuestro espacio, entonces, se autorepresenta como lugar antropológico, el reconocido por Auge
(1988:57_63) como aquel que es al mismo tiempo principio de “sentido para
aquellos que lo habitan y principio de inteligibilidad para aquel que lo observa”.
Se coexiste, aunque temporalmente, en un mismo lugar, siendo cada miembro
un ente singular. Este hecho, va a otorgar y reproducir, relaciones de identidad
compartida y configurada del espacio, produciendo un ambiente social de
familiaridad y condescendencia al interior de los buses.
Cada una de las explicaciones teóricas de los problemas, de las condiciones de
la práctica de la solidaridad y reciprocidad urbana, de la informalidad y del
espacio público son de gran valor. A estas, deben sumarse las explicaciones y
experiencias que los mismos actores brindan acerca de su actividad.