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El prisma en el espejo. Clero secular y sociedad en la Nueva Galicia: Guadalajara y Zacatecas, siglo XVII
Fecha
2012-03Registro en:
978-607-9165-28-4
Autor
Burciaga Campos, José Arturo
Institución
Resumen
urante el siglo XVII , la Nueva España registró
cambios orgánicos en su estructura general:
el ensanchamiento de la colonización en
todos los órdenes, destacando el económico, el cultural
y el religioso. Esto influyó para que se verificara otra
cadena de cambios en las materias sociales. Para comprender
el México que surgió después y aún el que
se vislumbra en algunos órdenes sociales de vida en
la actualidad, se deben concebir los acontecimientos
históricos de siglos precedentes –a partir de la creación
del Nuevo Mundo– en este caso el XVII , como dignos
de estudio. Es en esta centuria cuando surge la alternativa
de una explotación de mano de obra endeudada
o sistema de deuda de individuos para contrarrestar la
sensible baja demográfica indígena en la Nueva España
que amenazaba con cambiar el mapa de la producción
y, en sí, de la evolución de sistema colonial en general.
Al ascender el número de habitantes blancos, con
la permanencia de los peninsulares y el aumento de
los criollos y los mestizos, en el México colonial se
comenzó a delinear una cultura “híbrida” o la composición
general que actualmente se tiene en México:
una mayoría de población “blanca” contra una minoría
de la indígena (Gruzinski, 2000). “Al finalizar el siglo
XVII , la economía distintivamente mexicana estaba ya
basada en el latifundio y el peonaje por endeudamiento,
aspecto doble de la vida mexicana, que perduró
casi hasta nuestros días” (Borah, 1975: 136-137).
Es también en ese tiempo cuando se presenta la
incisión entre españoles peninsulares y criollos. Los
puestos en las órdenes religiosas, el clero secular, el
comercio, las profesiones, los colegios, las universidades,
las oficinas públicas y demás entidades, estaban
divididos entre españoles y criollos. Se puede decir que
la Nueva España había comenzado firmemente su andadura
hacia su autonomía a partir de 1700, y que la
guerra de independencia fue apenas el capítulo final de
dos siglos y medio de procesos entre los elementos gobernantes. La contraparte criolla podía practicar
una especie de “doble nacionalidad”: la lealtad
a la madre patria, como la que profesaban los
peninsulares; y el apego al Nuevo Mundo. Lo
anterior se exageraba o enaltecía, salvo excepciones:
los juramentos de lealtad no casaban con
las actitudes y conductas, pudiéndose ver ahora
como un medio para obtener privilegios sobre
los criollos ricos, pedantes y bien relacionados.
De la misma forma, cuando los españoles peninsulares
lograban fortuna y relaciones, a través
del matrimonio o de los negocios de minería y
comercio, se unían sin pena a la tácita conspiración
contra la Corona (Simpson, 1975: 143 y 146).