Capitulo de libro
PARES-DISPARES: DINAMICAS DE SIMBOLIZACION DE LA VIOLENCIA POLITICA EN LA LITERATURA PERUANA (DE 1980 AL PRESENTE)
Fecha
2013Registro en:
9789569320446
978-956-9320-45-3
11100059
Institución
Resumen
La literatura peruana de las últimas décadas se ha erigido como una forma
simbólica de primer orden a la hora de procesar los acontecimientos de
violencia vividos a partir de mayo de 1980 hasta el año 2000, en el contexto
del conflicto armado entre el Partido Comunista del Perú-Sendero
Luminoso (PCP-SL) y el Estado peruano1
. Esto supone que los textos narrativos –al margen de la valoración cultural o artística que de ellos
pueda hacerse– están permanentemente dotando de nuevos significados
los debates nacionales con los que se intenta articular dicha experiencia
histórica. Es decir, en ellos no solo la muerte, el miedo, el dolor, la injusticia
se hacen presentes; o no solo la vida, el heroísmo, el consuelo,
la reparación. Estos textos principalmente se juegan su legitimidad en
la dimensión política, en lo que Rancière ha llamado el “reparto de lo
sensible” (El reparto), esto es, la distribución de todo lo que es común
en una sociedad, a partir de la participación social diferenciada respecto
de espacios, tiempos y acciones; formas de participación que, a su vez,
determinan quiénes tienen parte en el reparto y quiénes quedan fuera de
él2
. Este reparto de lo sensible pone en evidencia un sistema que prevé
modalidades de inclusión pero también de exclusión; que visibiliza ciertos
sujetos e identidades, pero que a la vez invisibiliza otros; que concede
la voz y la palabra, al mismo tiempo que ordena silencios o transforma
los argumentos en rugidos. La literatura entendida así, como “política
de la literatura” (Rancière, Política) es entonces una práctica específica
que forma parte de este reparto de lo sensible, pero que, más aún, incide
en los propios mecanismos y estrategias del reparto. En este sentido, la
política de la literatura obtiene de la política su régimen de litigio, de
debate, de batalla; del mismo modo que incorpora de la literatura sus
regímenes de significación, y adopta de ella sus esquemas de pensamiento
y sus modelos de interpretación del mundo.La literatura peruana de las últimas décadas se ha erigido como una forma
simbólica de primer orden a la hora de procesar los acontecimientos de
violencia vividos a partir de mayo de 1980 hasta el año 2000, en el contexto
del conflicto armado entre el Partido Comunista del Perú-Sendero
Luminoso (PCP-SL) y el Estado peruano1
. Esto supone que los textos narrativos –al margen de la valoración cultural o artística que de ellos
pueda hacerse– están permanentemente dotando de nuevos significados
los debates nacionales con los que se intenta articular dicha experiencia
histórica. Es decir, en ellos no solo la muerte, el miedo, el dolor, la injusticia
se hacen presentes; o no solo la vida, el heroísmo, el consuelo,
la reparación. Estos textos principalmente se juegan su legitimidad en
la dimensión política, en lo que Rancière ha llamado el “reparto de lo
sensible” (El reparto), esto es, la distribución de todo lo que es común
en una sociedad, a partir de la participación social diferenciada respecto
de espacios, tiempos y acciones; formas de participación que, a su vez,
determinan quiénes tienen parte en el reparto y quiénes quedan fuera de
él2
. Este reparto de lo sensible pone en evidencia un sistema que prevé
modalidades de inclusión pero también de exclusión; que visibiliza ciertos
sujetos e identidades, pero que a la vez invisibiliza otros; que concede
la voz y la palabra, al mismo tiempo que ordena silencios o transforma
los argumentos en rugidos. La literatura entendida así, como “política
de la literatura” (Rancière, Política) es entonces una práctica específica
que forma parte de este reparto de lo sensible, pero que, más aún, incide
en los propios mecanismos y estrategias del reparto. En este sentido, la
política de la literatura obtiene de la política su régimen de litigio, de
debate, de batalla; del mismo modo que incorpora de la literatura sus
regímenes de significación, y adopta de ella sus esquemas de pensamiento
y sus modelos de interpretación del mundo.La literatura peruana de las últimas décadas se ha erigido como una forma
simbólica de primer orden a la hora de procesar los acontecimientos de
violencia vividos a partir de mayo de 1980 hasta el año 2000, en el contexto
del conflicto armado entre el Partido Comunista del Perú-Sendero
Luminoso (PCP-SL) y el Estado peruano1
. Esto supone que los textos narrativos –al margen de la valoración cultural o artística que de ellos
pueda hacerse– están permanentemente dotando de nuevos significados
los debates nacionales con los que se intenta articular dicha experiencia
histórica. Es decir, en ellos no solo la muerte, el miedo, el dolor, la injusticia
se hacen presentes; o no solo la vida, el heroísmo, el consuelo,
la reparación. Estos textos principalmente se juegan su legitimidad en
la dimensión política, en lo que Rancière ha llamado el “reparto de lo
sensible” (El reparto), esto es, la distribución de todo lo que es común
en una sociedad, a partir de la participación social diferenciada respecto
de espacios, tiempos y acciones; formas de participación que, a su vez,
determinan quiénes tienen parte en el reparto y quiénes quedan fuera de
él2
. Este reparto de lo sensible pone en evidencia un sistema que prevé
modalidades de inclusión pero también de exclusión; que visibiliza ciertos
sujetos e identidades, pero que a la vez invisibiliza otros; que concede
la voz y la palabra, al mismo tiempo que ordena silencios o transforma
los argumentos en rugidos. La literatura entendida así, como “política
de la literatura” (Rancière, Política) es entonces una práctica específica
que forma parte de este reparto de lo sensible, pero que, más aún, incide
en los propios mecanismos y estrategias del reparto. En este sentido, la
política de la literatura obtiene de la política su régimen de litigio, de
debate, de batalla; del mismo modo que incorpora de la literatura sus
regímenes de significación, y adopta de ella sus esquemas de pensamiento
y sus modelos de interpretación del mundo.La literatura peruana de las últimas décadas se ha erigido como una forma
simbólica de primer orden a la hora de procesar los acontecimientos de
violencia vividos a partir de mayo de 1980 hasta el año 2000, en el contexto
del conflicto armado entre el Partido Comunista del Perú-Sendero
Luminoso (PCP-SL) y el Estado peruano1
. Esto supone que los textos narrativos –al margen de la valoración cultural o artística que de ellos
pueda hacerse– están permanentemente dotando de nuevos significados
los debates nacionales con los que se intenta articular dicha experiencia
histórica. Es decir, en ellos no solo la muerte, el miedo, el dolor, la injusticia
se hacen presentes; o no solo la vida, el heroísmo, el consuelo,
la reparación. Estos textos principalmente se juegan su legitimidad en
la dimensión política, en lo que Rancière ha llamado el “reparto de lo
sensible” (El reparto), esto es, la distribución de todo lo que es común
en una sociedad, a partir de la participación social diferenciada respecto
de espacios, tiempos y acciones; formas de participación que, a su vez,
determinan quiénes tienen parte en el reparto y quiénes quedan fuera de
él2
. Este reparto de lo sensible pone en evidencia un sistema que prevé
modalidades de inclusión pero también de exclusión; que visibiliza ciertos
sujetos e identidades, pero que a la vez invisibiliza otros; que concede
la voz y la palabra, al mismo tiempo que ordena silencios o transforma
los argumentos en rugidos. La literatura entendida así, como “política
de la literatura” (Rancière, Política) es entonces una práctica específica
que forma parte de este reparto de lo sensible, pero que, más aún, incide
en los propios mecanismos y estrategias del reparto. En este sentido, la
política de la literatura obtiene de la política su régimen de litigio, de
debate, de batalla; del mismo modo que incorpora de la literatura sus
regímenes de significación, y adopta de ella sus esquemas de pensamiento
y sus modelos de interpretación del mundo.