dc.description | Ignacio Ramonet:
Nacido en 1943 en Redondela (Galicia),(España) Estudió en la Universidad
de Burdeos y regresó a Marruecos.
En 1972 se trasladó a París, para
enseñar en la Universidad Paris-VII
y se inició como periodista y crítico
cinematográfico.
Es doctor en Semiología e Historia
de la Cultura por la École des Hautes
Études en Sciences Sociales (EHESS)
de París, y catedrático emérito de
Teoría de la Comunicación en la Universidad
Denis-Diderot (París-VII).
Especialista en geopolítica y estrategia
internacional y consultor de
la ONU, actualmente imparte clases
en la Sorbona de París. Desde 1990
hasta 2008 fue director de la publicación
mensual Le Monde Diplomatique
y la bimestral Manière de voir
(Manera de ver).
Es cofundador de la organización no
gubernamental Media Watch Global
(Observatorio Internacional de los
Medios de Comunicación) de la que
es presidente. Es consejero editorial
del Canal TeleSur, Caracas, Venezuela.
Es Doctor Honoris Causa de la Universidad
de Santiago de Compostela, de
la Universidad Nacional de Córdoba,
de la Universidad Nacional de Rosario,
de la Universidad de La Habana y de la
Universidad de Santo Domingo. | |
dc.description | RESUMEN:
La opinión, como materia de comunicación, es
reciente. No hay una idea clara de lo que es la
opinión pública. En la historia no se recoge ese
concepto, y éste es un elemento fundamental de
la democracia contemporánea. De hecho, la opinión
no está estructurada como un poder, aunque
sí lo es. En el espíritu de las leyes se plantea
que para que una sociedad se gobierne democráticamente
se necesitan tres poderes: el legislativo,
el ejecutivo y el judicial. Pero no se habla de
la opinión pública.
Ahora bien, con el surgimiento de la imprenta, la
prensa, la radio y el internet, se llegó a miles de personas;
las masas comenzaron a dejar de ser sujetos
influenciables y a forjar su opinión individual, lo
que empezó a llamarse el cuarto poder. Si antes se
hablaba de tres poderes, ahora aparece un cuarto,
porque si la opinión pública está en contra de algo,
aunque sea legal, deja de ser legítimo cuando la
opinión pública lo desaprueba. Eso plantea la necesidad
de reflexionar sobre el potencial mediático
que tienen los ciudadanos en las sociedades democráticas,
algo evidentemente nuevo que todavía no
se sabe gestionar y que afortunadamente no se usa
aún con todo su potencial.// ABSTRACT:
Opinion, in terms of communication, is a recent
phenomenon. There is neither an accurate
interpretation of what public opinion is nor
a historical trace of this concept. This is an
ultimate element of contemporary democracy,
though. Public opinion is not conceived as power
in the view of the state, but it is considered as
such in his own right. In the context of law, it
is stated that for a society to be democratically
governed, it takes a division of the state power
in three branches: legislative, judicial, and
executive. Nevertheless, public opinion is not
included in the system.
Now, with the advent of the printing press,
media and internet, it was possible to reach out
thousands of people; the masses stopped being
individuals easily influenced and began to forge
their opinion, which began to be called the fourth
power. If we used to talk about three state powers,
now a fourth one appears, because if public
opinion is against something, even if it is legal,
it ceases to be legitimate when public opinion
disapproves it. This raises the need to reflect on the
media potential that citizens have in democratic
societies, something evidently new that we still do
not know how to manage, and which fortunately
is not yet used to its full potential. | |