dc.description | Empecemos por el principio: ¿Qué es leer? Los seres humanos “leemos” el mundo desde nuestro nacimiento en una forma natural. Nuestros sentidos – oído, tacto, gusto, olfato, visión -- nos permiten conocer nuestro entorno, comprender el mundo y relacionarnos con él. Aprendemos, por ejemplo, a “leer” diversos olores y sabores, la temperatura, el lenguaje corporal y los gestos de quienes nos rodean. Sin embargo, cuando nos referimos a los conceptos de leer y lectura, casi de inmediato pensamos en la lectura estructurada de textos escritos. Quienes consideran que leer es simplemente descifrar signos escritos a partir de su reconocimiento visual, están desconociendo la riqueza y complejidad del proceso de leer. El principio fundamental del acto lector consiste en interpretar o construir significados. La palabra escrita evoca imágenes, ideas, sensaciones y hechos que el autor tradujo de antemano en ese lenguaje escrito, y de esta manera, recrea una realidad. El libro, ese objeto mágico Conforme crece, el cachorro humano, inquisitivo por naturaleza, va descubriendo el mundo. Gracias a su capacidad de asombro, se maravilla y goza con cada nuevo descubrimiento. Así, cualquier día, el niño se sorprende cuando descubre ese objeto mágico, el libro. Al principio, tal vez lo atraerán las imágenes, los colores, las texturas. Poco a poco va conectando la imagen de un gato o una mesa con el ser real y construye el lenguaje gráfico. Luego, dando un enorme salto, pasa del mundo concreto al de las ideas abstractas, simbólicas. Mucho antes de llegar a la escuela el niño tiene diversas experiencias con el lenguaje escrito: identifica carteles publicitarios, letras aisladas del teclado del computador, etiquetas de productos comerciales, etc. Así, jugando y, casi sin sentirlo, descubre con fascinación la lectura, en ese sentido que le asignamos mas comúnmente. Momento clave para la formación de un lector, ya que, desafortunadamente, la fascinación por la lectura parece terminarse cuando el aprender deja de ser un juego y pasa a ser parte del mundo escolar. Y es que la capacidad de maravillarse frente a los nuevos conocimientos muchas veces se pierde cuando entra en juego la exigencia académica. O cuando asistir a la biblioteca se convierte en castigo. Un elemento básico es el contacto de niños y jóvenes con adultos que lean por placer. Surge así la figura del promotor de lectura, ese adulto que busca promover el encuentro con los textos en todas sus formas, fomentando el placer de leer. Es decir, formar lectores. Podría pensarse que existe una incongruencia, un aparente choque entre lo que buscan los promotores de lectura y lo que persiguen los educadores. El lector lee por el goce de leer, porque disfruta la lectura. Pareciera en cambio, que el estudiante lee únicamente porque necesita hacerlo con un fin utilitario. Es primordial desligar la lectura de intereses meramente académicos. Si la lectura se aborda únicamente como instrumento de los planes de estudio, el libro se cerrará cuando se cierre la puerta del colegio. Juntos, docentes y promotores de lectura, podemos lograr que ambas facetas no se excluyan, sino que se complementen – que no sea una separación sino, más bien, una especie de comunión espiritual. Que no sea un divorcio, sino un romance posible. En el mundo de hoy, con su cultura cibernética y su ritmo acelerado (…) estamos asistiendo a cambios de formatos que de alguna manera cambiarán la forma de leer. Pero hoy como ayer, cuando un niño descubre una historia que libera su imaginación, ¡es difícil hacer que cierre el libro y se vaya a la cama a dormir! | |