Lecciones de teoría política II : la democracia de los atenienses entre la stásis y la diálysis
Registro en:
978-958-5578-84-5
Autor
Prieto Bernal, Hernán Felipe
Institución
Resumen
Tuvimos la ocasión de dar ya nuestros primeros rodeos en torno a
la stásis (en realidad, como en las desgracias que ocurren en nuestras
vidas, son ellas las que en realidad nos rodean y asedian), ahora
tenemos la ocasión de estudiar la segunda cabeza de la bestia política:
la tiranía, porque así nos lo manda el fin de la época arcaica
en la Grecia antigua.
¿Qué tiene de malo un guía, un caudillo que sirva al pueblo, que
tome sus banderas, sea su voz, sea su conductor y que le marque el
camino hacia la paz y la prosperidad? A esos griegos no los entiende
nadie: siglos quejándose de la opresión, la explotación y la dominación
de una manotada de oligarcas y viene un caudillo, todo un
señor caudillo que les arrebata el poder a esos pocos señores ricos y
pone a sus gentes a trabajar en grandes obras públicas, a exportar a
lejanos confines un cúmulo de productos mejorados, que se rodea
de sabios, poetas y artistas de todo tipo, que establece fuertes y
fructíferas relaciones con otros semejantes a él y, ¿se quejan? Adiós
a las discordias, a los disturbios, a los levantamientos: él ha pacificado
la región, ha estrangulado la stásis; se preocupa por nosotros
y se ocupa de nosotros, para que nosotros nos ocupemos de nuestras
cosas. ¿Qué tiene de malo todo esto? Sí ¿qué vieron de malo
en esos buenos tiranos, los griegos? Se los aguantaron una, dos,
pero no más de tres generaciones. Terminaron desterrándolos o
asesinándolos, y todo eso ¿por qué y para qué?
¿Qué es lo que hace que un tirano sea tirano? Si un tirano
es tirano no (solamente) por ser cruel, violento, sanguinario
(ya que la violencia y la crueldad, desafortunadamente, no es
propiedad privada de esta particular forma de gobernar); si
hay tiranos buenos, emprendedores y cultos, ¿Qué los hace ser,
pese a todo, tiranos?