dc.description.abstract | Dicen que la curiosidad perdió a Eva, pero ¿a cuántos no ha salvado? Curiosidad se enuncia de muchas maneras. Me gusta la primera acepción del diccionario —Casares; el de la Academia no la ve—: “deseo de saber y averiguar alguna cosa”, lo que sería, digo yo, una virtud. Pero puede ser también un vicio, como advierte la segunda acepción, el que “lleva a observar, a veces con impertinencia, lo que no debiera importarnos”. Según eso, la de Eva habría sido viciosa. Todo esto referido a la persona curiosa. Existen también las cosas curiosas que, por eso mismo, serían aseadas, limpias, cuidadas, esmeradas, primorosas. Curiosas parece equivaler a cuidadosamente bien tratadas. En la Venezuela popular, además, un “curioso” —sustantivo; no adjetivo— es alguien que tiene dotes especiales sobre las cuales se asienta una sabiduría que no todos comparten ni pueden compartir pues no tienen la facultad —hay que ser “faculto” para ello— de donde, por donde y en donde producirla, un saber de elegido válido para liberar al prójimo de sus males. No está muy claro si el “curioso faculto” de la versión popular, para conocer, averigua. Parece que no lo necesita; goza de una especie de ciencia infusa de “nacencia”. | |