dc.description | Un día amanecí con ganas de vivir en otro territorio. Esa pulsación no me vino por huir de gobierno alguno, más bien una sensación de agobio, de pesadumbre, de sentirse viviendo en un rincón del mundo. Enhorabuena, la vida me aventó a Barcelona, España. Las primeras semanas, fueron como de luna de miel, tenía pasta que había traído, vivía con una tía, una confortable habitación, comida, y necesidades básicas satisfechas. Me di a la tarea de revisar la ciudad. Plaza Catalunya, La Rambla, El Rabal, Barrio Gótico, El Borne, Barceloneta, San Miguel, San Adrian, Hospitalet, Llobregat, Barrio de La Gracia, Sabadell, y otros paisajes que poco a poco se me hicieron cotidianos. Pero el “muerto a los tres días yede”, como dice un refrán popular. Se acabó la diversión, se terminó la paseadera, la vida es dura y hay que currear, es decir, chambear, o, para los no entendidos, trabajar pues; masculló un día mi tía arrecha. | |