dc.description.abstract | Con esta reflexión termina el autor su cuento titulado “Invasión en el Puerto de Plata”: Qué fácil, y sádico, es que todavía hoy A. C. Lindbergh, el padre de Charles, afirme en El Porvenir que se trató de un incendio, provocado por la radiación solar. Qué malsano es subrayar que ni siquiera el exsargento derribó, para presentarlo como prueba, un engendro invasor. Qué despiadada conducta es plantear que Charles-hijo suele perderse por períodos indefinidos y que mi reportaje es la versión alucinada de un antiguo miembro de El Porvenir “que buscó refugio en la religión”. Y aunque ya no puedo usar la palabra esperanza, sí es válido afirmar que el mundo no debe mantenerse ajeno a lo que pasó en el Puerto de Plata aquel atardecer, que el planeta alguna vez reconocerá como evidencias las mutilaciones sin cicatriz, la crin de caballo de los nuevos hijos del pueblo, las luces que alguna vez habrán de parpadear desde atrás de la montaña. ¡Que Dios nos proteja! | |