dc.description | Hace 60 años desembarcaban en el puerto de Buenos Aires unas grandes cajas de madera con seis cámaras Dumont y el equipo necesario para transmitir imagen y sonido sincrónico por ondas de radio. La televisión de 1951 venía de los laboratorios estadounidenses junto con miles de aparatos receptores. En ese momento, la radio era el medio masivo de preferencia.
Las tres grandes cadenas de Buenos Aires –Belgrano, El Mundo y Splendid– llegaban a todo el país. Años antes, alrededor del Centenario, tres redes se habían instalado: los ferrocarriles, la electricidad y el teléfono. Por ese entonces, los ferrocarriles y el cine proporcionaban las imágenes. Uno, desde las ventanillas europeas atravesando grandes extensiones de pampa por sus terraplenes elevados; el otro, desde sus salas oscuras trayendo noticias de lugares remotos a la ciudad. “Toda estructura artificial que se aplica metódicamente, acaba por funcionar con regularidad”, escribía Ezequiel Martínez Estrada.
<i>(Párrafo extraído del texto a modo de resumen)</i> | |