dc.description.abstract | La alegoría como figura retórica, y particularmente como género, interesó a Borges a lo largo de su extensa producción literaria; entre los múltiples problemas del arte de narrar por él abordados, este recibió una atención si no especial, al menos sostenida. Omite Borges, en general, algunas importantes discusiones sobre alegoría como las de los románticos Friedrich y August Wilhelm Schlegel, Creuzer, Solger, Schelling, W. von Humboldt, Heinrich Meyer, pero también las del neoclásico Winckelmann o los muy influyentes argumentos de Goethe. Deja de lado también cualquier discusión moderna, como la que pudo haber leído en Benjamin, Curtius, Auerbach, o la de autores mucho más improbables ya como Northrop Frye, Paul de Man o Tzvetan Todorov, así como las más antiguas y propiamente retóricas. Fiel a su estilo, podría decirse que Borges se limita a razonar este problema solo con los autores cuyas ideas le resultan atractivas u originales: no deja de repetir que la mejor refutación que conoce es la de Croce y la mejor defensa, la de Chesterton, pero no muestra interés en agotar el catálogo de filias y fobias alegóricas. Si algún francés tuvo algo para decir al respecto, como Dumarsais, Fontanier, Lubac o Pépin, Borges lo relega al cajón de las interpretaciones anodinas. En este trabajo nos concentraremos en el ensayo ?De las alegorías a las novelas?, pues es allí donde Borges encara de forma sistemática el tema de la alegoría para proponer una solución personal, y donde revisa (y según él agota) los argumentos que considera significativos al respecto. | |