dc.description.abstract | Una de las críticas más frecuentes al libro cuestiona el binarismo y la homogeneidad de la categoría de letrado –políticamente incorrecta– que atraviesa el argumento. Según esta objeción, el letrado latinoamericano resulta una construcción plana y monolítica que la misma publicación y circulación del ensayo entre América Latina y los Estados Unidos vendría a desmentir. Situado en una tradición que incluye a Pedro Henríquez Ureña y a Antonio Cornejo Polar en ambos extremos –intelectuales migrantes y visitantes frecuentes de la academia norteamericana–, Rama construye un sujeto para su argumento que si bien es regional (y allí fuerza las analogías entre contextos latinoamericanos desiguales entre sí), resulta inscripto en una representación esencialista, reificadora y homogeneizante del letrado. De este modo, no desarrolla antagonistas o alternativas para esa figura consagrada como hegemónica y sin contrincantes, algo tosca, sin matices ni variaciones. Rama incluye pocos ejemplos de letradas mujeres. No menciona, por ejemplo, el poema de Sor Juana Inés de la Cruz donde son criticados justamente los letrados acusadores, ni habla de letrados de origen indígena o mestizo, como el Inca Garcilaso de la Vega, ni se detiene en otros letrados y letradas coloniales que hablaron desde posiciones más ambivalentes, híbridas, y que escribieron menos sumisos al poder que los ejemplos analizados en el libro. El letrado latinoamericano sería, así, menos uniforme –tanto entre pares como con respecto al mundo que lo rodea– de lo que el libro reconoce, impugnan los críticos. | |