Situación actual y perspectiva de la educación superior en Colombia
Registro en:
978-958-5578-59-3
Autor
Zaá Méndez, José Rafael
Beltrán Galvis, Luis Humberto
León Paime, Edison Fredy
Ortiz Bojacá, José Joaquín
Porras Jiménez, Jaime Augusto
Avellaneda Bautista, Campo Alcides
Panqueba Cifuentes, Jairzinho Francisco
Aguilera Martínez, Leidy Angélica
Arce Narváez, Gloria Cristina
Institución
Resumen
La realidad en la que se mueve el ser humano está formada por una malla entramada
de interconecciones multidimensionales, donde las relaciones de diferentes especies se
alternan y se combinan para configurar un todo cambiante, que afecta y es afectado por la
intervención de la racionalidad y las acciones del hombre.En esta perspectiva no se concibe
fenómeno alguno, natural o social, concreto o abstracto, racional o empírico, desconectado
de su red epistémica, aun cuando el hombre, por sus naturales limitaciones y orientación
paradigmática, tiende a observar de manera parcelada la realidad que lo circunda, para
arrancarle el conocimiento necesario que le permitirá producir modificaciones y ejercer
control sobre la misma. La nueva forma en que se nos presenta o concebimos el mundo,
influidos por el nuevo paradigma de la ciencia, que nos muestra la complejidad dialógica,
recursiva y hológramática de cualquier fenómeno, es lo que nos permite introducirnos,
entender y aceptar el caos, la incertidumbre, la complementariedad, la transeccionalidad y
atomización de las cosas. La concepción cartesiana y newtoniana del mundo ha impactado
de manera tan profunda nuestra forma de pensar, que aún observamos y postulamos
relaciones obvias entre variables, categorías o fenómenos; y con esta pobre aproximación al
conocimiento de la realidad creemos que hemos llegado al domus de la verdad y que somos
sus depositarios; cuando en realidad estamos tan lejos de poseerla como de concebirla, por
cuanto la misma está minada de relatividad y lo cambiante le es inmanente y consustancial.
En el discurso científico cuántico-complejo de la actualidad hay conocimiento y no verdad,
hay perfeccionamiento de ese conocimiento y no conocimiento definitivo e infalible.
Esto hace temblar las bases de la razón occidental basada en paradigmas obsoletos
convertidos ya en paradogmas, lo cual obliga a la reorientación del pensamiento y de
los procesos de construcción del conocimiento. En las ciencias naturales los fenómenos
estudiados por el hombre son objetivamente complejos. En las ciencias sociales la
dialéctica multifacética y pluridimensional con la que se describe y analiza la realidad,
dibuja un mundo infinitamente complejo, donde las carencias o limitaciones del código
lingüístico, o la eventual falta de explicación de una arista determinada de esa realidad, no desvincula, ni desarticula los hechos. Estos siempre permanecerán y serán parte de
un contexto. La forma parcelada o global, multidimensional o compleja a través de la
cual el hombre observa la realidad que le ocupa y preocupa, depende de los programas
paradigmáticos que configuran sus lentes sensitivo y racional. En consecuencia, hay un
trasfondo epistemológico en el problema paradigmático.
La construcción del hilemorfismo que hilvana la realidad social es vista desde diferentes
ángulos y conduce a opiniones distintas. Bajo esta perspectiva entran en bancarrota aquellas
antiguas concepciones de los distantes y opuestos contrarios de los Presocráticos, que
dividían el cosmos en entidades buenas y malas en una forma primitiva de filosofar puesto
que, bajo el nuevo paradigma de la complejidad, lo simple está en lo complejo, lo complejo
en lo simple, lo material en lo inmaterial y viceversa. El mundo es un Boodstrap caótico,
entrópico y armónico a la vez. Empobrece la investigación y la ciencia entender y aplicar el
holismo solo hacia fuera. Es necesario hacer holismo también hacia adentro; y en ninguna
de estas concepciones colocar el fenómeno en un plano cartesiano, pues, reduciríamos la
explicación a los términos del paradigma mecánico y bidimensional, tautológico y limitado
de una racionalidad ya superada.
En este orden, una de las convicciones que, a mi juicio, orienta y da cuenta de la
densidad del pensamiento filosófico científico de Richard Rorty, se encuentra en su obra
Contingencia, Ironía y Solidaridad, donde expresa que “Nunca habrá un último poema, nunca
un final del proceso. Siempre habrá espacio para la creación de sí mismo. El mundo de las
verdades absolutas ha desaparecido, el sentido no puede descubrirse, sino inventarse”. La
historia de la ciencia nos ha demostrado que, tanto su corpus teórico, como sus métodos,
enfoques, perspectivas, fundamentos y aplicaciones, cambian con en el devenir y las
transformaciones inmanentes a las cuales están sometidos los objetos, las experiencias
que de ellos tenemos y las particulares formas de observación de quienes los piensan,
sienten, viven, conciencian y explican. Por ello, la aspiración a construir la ciencia es un
ideal que pone la proa visionaria hacia excelsitudes inasibles, puesto que constituye una
maravillosa utopía nunca alcanzada, y a la par, una aventura estimulante nunca concluida
en la cual se abren infinitos caminos, se tienen múltiples visiones y un inmenso campo
unificado de posibilidades sin término. El artífice de la ciencia no puede pretender, por
tanto, construir la última estrofa, el final del arte y métrica que cierre apoteósica y
magistralmente la trascendente empresa del conocer. Y no podría hacerlo porque en este
proceso de conocer nuestro universo se nos va la existencia temporal y material, en una
“búsqueda sin término” como bien lo expresa Karl Popper.
Lo que hace que la ciencia sea ciencia y no otra cosa es esa posibilidad esencial de crear y
recrear permanentemente nuevas visiones y explicaciones de nuestro mundo fenomenado;
en este proceso juega un papel fundante la relación entre pensamiento y lenguaje, que también sufre metamorfosis, se reconstruye y se ensancha dibujando mundos fantasmáticos
nunca antes imaginados; confirmando de esta forma lo que señalaba Wittgestein en su
frase más polémica presentada en el Tractatus Logicus Philosophicus: “Los límites de
mi lenguaje son los límites de mi mundo” y en su tesis III sobre la figura lógica de los
hechos “Todo lo pensable es posible”. El proceso de la construcción de la ciencia nunca
finalizará en tanto en cuanto el ser humano tenga la capacidad de pensar, imaginar y crear;
a través de esta aventura el ser humano se edifica a sí mismo y se proyecta circunstancial
y substancialmente en búsqueda de trascendencia, porque siempre habrá espacio para la
construcción de sí mismo. Por ello el mundo de las verdades absolutas es inexistente, no es
posible, es inviable, es un despropósito científico. La última palabra en materia científica se
ha evaporado; el sentido de las cosas y de los hechos no está dado y por ello no se descubre,
sino que se inventa permanentemente. En este devenir también nosotros nos inventamos
en búsqueda de nuestra identidad existencialista.