¿Qué Sujeto para qué Revolución? Aproximaciones en torno al sujeto en resistencias para las revoluciones no-modernas
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Autor
Celeita Mora, Ricardo Alexander
Institución
Resumen
El presente trabajo condensa algunas reflexiones desde la filosofía política, en torno a
tres conceptos fundamentales sobre los cuales se articula la comprensión del qué hacer político;
a saber: el sujeto, en este caso entendido como sujeto revolucionario, el poder, y la praxis
revolucionaria. Aunque estos tópicos han sido tratados intensamente por diversos autores, en
este caso, se trata de un esfuerzo hermenéutico y crítico que se articula, dialoga y propone
alternativas, desde dos de las corrientes de pensamiento en permanente tensión dentro de las
luchas sociales, principalmente en América Latina; cuales son, de un lado, la tradición marxista,
y del otro, el giro decolonial. Aunque en el mundo académico sea recurrente el debate sobre
estos aspectos y desde estas perspectivas, en el mundo político cotidiano, aún persiste un halo
de dogmatismo que impide vislumbrar horizontes más allá de las clásicas formulaciones e
imaginarios prefigurados desde algunas experiencias históricas. Por ello, aunque no resulte un
aporte del todo novedoso, la presentación interpretativa que sobre estos temas acá se efectúa,
es pertinente a efectos de sumar más voces al debate, y sin ser pretensioso, quizá como una
manera de enriquecer la praxis.
En esa ruta, se aborda de manera aproximativa y resumida, el surgimiento del sujeto,
su tránsito desde la metafísica a la historia, su formulación revolucionaria, y su crisis
enmarcada dentro de la modernidad, en medio de su permanente conflicto con el Estado, por
lo que a su vez, se realiza un abordaje en torno al problema del poder político, mediante la
crítica de la concepción moderna que de uno u otro modo, ha limitado la praxis de este sujeto;
para finalmente, esbozar algunas reflexiones que tratan de rescatar la idea de revolución como
posibilidad y superación del marco anti-utópico que la ha condicionado.
En ese orden, tenemos que la crisis planetaria que tiene a la humanidad al borde de la
extinción, obliga a construir alternativas frente al capitalismo; pues luego de la derrota del
socialismo moderno, es necesario re-pensar la táctica y la estrategia si creemos que las
revoluciones aún son posibles. Por ello, es necesario redefinir la subjetividad de los oprimidos
como sujetos en resistencia y vislumbrar otra manera de comprender el problema del poder
político, distinta a la concepción moderna. Por tanto, es necesario plantear una idea de
revolución que rescate la utopía y la haga posible por fuera del marco de la razón utópica moderna, en tanto, la apuesta, es por construir otros mundos a partir de la praxis en las luchas
sociales, y a partir de las resistencias de pueblos y comunidades, que marcan el horizonte para
aprender a soñar y construir otras revoluciones y emprender de nuevo la utopia. En ese sentido,
las luchas anticapitalistas de nuestros días, requieren con urgencia redefinir el horizonte táctico
y estratégico para la construcción de alternativas al orden del capital, bajo la disyuntiva entre
socialismo o barbarie, sobre lo cual afirmaba Rosa Luxemburgo (2006):
Decía Engels: “La sociedad burguesa se encuentra ante un dilema: o avance hacia el
socialismo o recaída en la barbarie”. (…) La guerra mundial; ésta es la recaída en la
barbarie. El triunfo del imperialismo conduce al aniquilamiento de la cultura; (…). Hoy
nos encontramos (…) ante la alternativa: o el triunfo del imperialismo, el ocaso de toda
civilización (…). Este es el dilema de la historia mundial; (…) (p. 17)
Por ello es necesario, también, plantear una posición frente al debate entre “reforma o
revolución” (Regalado, 2009),
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con miras a construir “otro mundo posible”,
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ante las diversas
formas de opresión del capital que a su vez generan resistencias y alternativas diversas. De ello
emerge la pregunta: ¿Qué sujeto revolucionario se ha configurado y qué revolución es posible?
La respuesta a esta cuestión, exige realizar un balance crítico sobre los fundamentos
teóricos que condujeron al derrumbamiento del socialismo real y al colapso de los proyectos
políticos “marxistas”, y que dejaron descubiertas graves fisuras en el concepto de socialismo
como práctica de acción y construcción alternativa de ese otro mundo posible.
Si bien la lucha por la “toma del poder” emprendida por los proletarios del mundo logró
acumular valiosas experiencias como las revoluciones bolchevique, china y cubana; y apuestas
de liberación y resistencia en diversos lugares, al plantear una alternativa real al capitalismo
mediante el impulso de modelos socialistas de Estados gobernados por proletarios, no obstante,
“la transición hacia el comunismo” resultó infructuosa, y antes que abolir el Estado y lograr el auto-gobierno de la sociedad, se produjo el derrumbe, concediendo una victoria histórica -
aunque transitoria- para el capitalismo.
La crisis del paradigma marxista, trajo consigo la idea de un “pensamiento último y del
fin de la historia” (Fukuyama, 1992), que se divulgó afirmando la imposibilidad de cambio
para las sociedades de nuestra época, al presentar al capitalismo cómo único modelo posible
de organización social; pretendiendo así, la anulación de cualquier otra posibilidad de mundo;
como expresión de la razón utópica criticada por Hinkelammert (1984), quien reafirmando la
utopía, considera que aquella racionalidad anula toda posibilidad de transformación al
condicionar la práctica a los conceptos límites. La razón utópica niega la factibilidad de
determinados tipos de sociedad al atar la acción histórica a contenidos absolutos.
De ahí que el comunismo fuese presentado -incluso por marxistas-, como imposible, al
depender su construcción del control absoluto de la sociedad sobre el mercado y sobre cada
faceta de la vida práctica; mientras que el capitalismo fue aceptado como posible, aún, cuando
llevase consigo la destrucción de la sociedad; es decir, a sabiendas que su realización plena
conduce a la imposibilidad misma. Así, mientras al socialismo se le exigió ser perfecto, al
capitalismo se le aceptó en su limitación. Entonces, ¿por qué no habría de aceptarse también
una posibilidad de construir socialismos dentro de las limitaciones de la condición humana?
Así, la idea del fin de la historia en sentido hegeliano, reafirmó a la “democracia liberalburguesa”
como única forma válida de organización política; al “libre mercado” como
doctrina económica indiscutible, y a la modernidad euro-céntrica, como “síntesis y totalidad
del pensamiento filosófico” (Hegel, 2009).
La imposición de esta idea, no obstante, colisionó
contra la realidad: la vigencia de la lucha de clases que continúa por todo el planeta en diversidad de movimientos sociales que sin esperar la reconstrucción del paradigma teórico
“marxista”, ejercen resistencias y reivindicación de libertades; no sólo desde la contradicción
capital - trabajo, sino, abarcando también los antagonismos entre capital - naturaleza, centro -
periferia, imperio - humanidad, entre otros; y desde apuestas de emancipación frente al
patriarcado, el racismo, el colonialismo y la modernidad; a partir orillas de lucha diversas y
desde expresiones identitarias, de géneros, feminismos, pluriculturalidad, territorialidad,
protección del ambiente, soberanía de los pueblos y en general, de la vida contra la muerte.
La lucha es, en última instancia, por la supervivencia de la especie y por la permanencia
de la vida como singularidad cósmica; tal como expresara Fromm (1997): “Sólo cuando el
hombre deje de ser un artículo de consumo para sus congéneres más fuertes, podrá terminar la
prehistoria canibalística y comenzar la sociedad auténticamente humana”(p. 196). Y justamente,
es contra esos hábitos canibalísticos, depredadores, que se ha gestado una reconfiguración del
sujeto revolucionario a partir de las posibilidades de resistencia como oprimidos; cuyo vínculo
está dado por lo simple de la condición humana, desde elementos comunes como la vida, la
empatía, el dolor, la memoria, la identidad, el arte, la solidaridad, el territorio, la imaginación
y la resistencia; tal como expresaba Freire (2005):
¿Quién sentirá mejor que ellos los efectos de la opresión? ¿Quién más que ellos para ir
comprendiendo la necesidad de la liberación? Liberación a la que no llegarán por
casualidad sino por la praxis de su búsqueda; por el conocimiento y reconocimiento de
la necesidad de luchar por ella. Lucha que por la finalidad que le darán los oprimidos,
será un acto de amor, con el cual se opondrán al desamor contenido en la violencia de
los opresores (…) (p.42)
Por ello, ante la opresión y su violencia, la resistencia liberadora debe estar irradiada
de amor, para dar lugar al florecimiento de nuevas disputas desde en la lucha de la vida, contra
la muerte que propaga el capital; proponiendo alternativas contra-hegemónicas, bien sea a
escala planetaria o desde las periferias geográficas y teóricas que hoy ocupan un lugar en la
centralidad de la geopolítica de las resistencias, como es el caso de América Latina. Este panorama de “crisis planetaria y de civilización” fue definido por Renán Vega a
partir de tres elementos determinantes: 1. La crisis económica, marcada por la escasez y finitud
de los recursos naturales, la escasa redistribución de la riqueza, la insatisfacción de las
necesidades básicas, la acumulación de capital y la explosión demográfica incontrolada. 2. La
devastación del medio ambiente que amenaza con edificar el apocalipsis en la tierra y destruir
la especie humana, ante la prevalencia del valor de cambio sobre el valor de uso. 3. La ausencia
de horizonte de sentido, en una sociedad en la que la alienación ha conllevado a un rompimiento
con la vida al significarla como una simple relación económica. (Vega Cantor, 2010).
En esa perspectiva, es necesario admitir que la idea del proletariado como sujeto
revolucionario entró en crisis; pues, aunque la contradicción capital - trabajo sea vigente,
conduce a un marco conceptual estrecho para comprender las aspiraciones de la multiplicidad
de sujetos que se autodefinen, en su toma de conciencia de lucha, como explotados, oprimidos,
excluidos, violentados, y marginados. De modo que, ante la doblegada concepción moderna de
socialismo, los oprimidos están llamados a imaginar e intentar múltiples formas de resistencia
y alternativas al orden global. Esto implica no solo ejercicios de resistencia sub-alterna o
contra-hegemónica, sino también, el transitar por nuevas praxis de creación de otros mundos,
con otras maneras de ser, pensar, sentir, relacionarse, amar, e inventar horizontes de sentido,
que conduzcan a una existencia liberadora, donde quepan todos los mundos.
Por todo lo anterior, es necesario reformular teóricamente, la táctica y estrategia
comunista, respecto de tres elementos esenciales: el sujeto revolucionario, el concepto de
revolución, y la concepción del poder; para esbozar alguna alternativa más allá de la resistencia
al capital, en clave de revoluciones capaces de superar la concepción moderna del Estado y la
política, y desde la insurgencia de múltiples subjetividades con aspiración revolucionaria.