bachelorThesis
Caracterización y funcionamiento de armas trampa tipo mina terrestre presentes en el territorio colombiano
Registro en:
T623.4514 C697;6310000122845 F6050
Autor
Collazos Rozo, Jose Alfredo
Institución
Resumen
Las minas antipersonales representan un grave problema durante y después de finalizados los conflictos bélicos porque no hacen distinción entre soldados y personas civiles. Matan y mutilan a un niño que juega fútbol con la misma facilidad que a un soldado que patrulla. En las situaciones de post-conflicto, es más frecuente que la víctima sea una persona civil realizando sus quehaceres cotidianos, Colombia es el único país en América Latina y uno de los pocos en el mundo donde cada día se siembran más minas antipersonal. Así, en el cuatrienio comprendido entre los años 1998 y 2001 ocurrieron en el país 274 accidentes con minas antipersonal, y en el siguiente cuatrienio comprendido entre los años 2002 y 2005 la cifra se elevó a 1.829, lo que significa un aumento de 568% de accidentes relacionados a minas antipersonales en Colombia [1]. Entre los años de 1990 al 2000 se registraron 2.185 accidentes, los cuales dejaron como consecuencia 4.051 víctimas. De estas, 1.549 fueron civiles, es decir el 38%, y 2.505 militares, el 62%. La curva de eventos presentó un ascenso a partir del 2002, año en el que los diálogos entre las Farc y el Gobierno Pastrana se rompieron y el uso de minas por parte de este grupo guerrillero se hizo más frecuente con el fin de defenderse de la ofensiva emprendida en su contra por la Fuerza Pública. A partir del año 2003 la proporción de las víctimas militares superó el 60% y se mantuvo por encima de este porcentaje hasta el 2004. El año 2005 ha sido uno de los años más crítico de toda la historia con 1.103 víctimas, 342 de ellas civiles, el 31%, y 761 militares, el 69%, muy por encima de otros países como Camboya y Afganistán, en la última década, la tendencia ha venido cayendo, con excepción del año 2012, hasta ubicarse en 2016 en niveles que no se presentaban desde el año 1999. Durante 2017, se presentaron 50 víctimas en 22 municipios de 10 departamentos del país [1] [2] [3]. Por definición las armas trampa tipo mina terrestre son armas de destrucción indiscriminada prohibidas por el derecho internacional humanitario; al ser pequeñas y livianas, pueden ser producidas, usadas y transportadas por una o dos personas. Las heridas que producen las minas antipersonal son especialmente graves: el propósito de estas armas es matar, o más a menudo, discapacitar de por vida a las víctimas, pues están especialmente hechas para destrozar miembros y vidas sin posibilidad de reparación. Suelen ser ubicadas estratégicamente por los gobiernos para proteger, o arbitrariamente por los grupos irregulares para atacar instalaciones gubernamentales, presas, diques, oleoductos o centrales de energía eléctrica, que una vez atacados pueden producir graves daños, en consecuencia, pérdidas importantes en la población civil [1] [4]. Las minas antipersonal representan un grave problema durante y después de finalizados los conflictos porque no hacen distinción entre soldados y personas civiles. Matan y mutilan a un niño que juega fútbol con la misma facilidad que a un soldado que patrulla. En las situaciones de post-conflicto, es más frecuente que la víctima sea una persona civil realizando sus quehaceres cotidianos. Terminados los conflictos armados, las minas que no explotaron y que permanecen bajo tierra (aún después de 50 años, una mina puede hacer explosión) en puntos estratégicos de comunicación y abastecimiento, dificultan el ingreso de los técnicos, la ayuda humanitaria y el personal de los programas diseñados por los gobiernos para las zonas más afectadas. Además imposibilita el regreso de las personas desplazadas y el sostenimiento de las mismas, debido a que la mayoría de las minas están localizadas en campos fértiles de producción agrícola [4].