dc.description.abstract | La formación de los profesionales del Derecho ha gozado de una gran
tradición histórica desde la constitución de las universidades en la época
medieval. Las formas que ha adquirido su enseñanza varían de un período a
otro, en correspondencia con las corrientes jusfilosóficas y pedagógicas que
se han impuesto. El tradicionalismo, sin embargo, ha marcado estos
procesos formativos en todo momento.
El papel que ha desempeñado esta profesión en velar por mantener y
reproducir el orden de cosas en toda sociedad ha provocado que los
sectores de poder le presten cada vez una mayor importancia. La carrera de
Derecho tradicionalmente la fuente que nutre el aparato administrativo de
cualquier Estado, y su currículo siempre estuvo a disposición de las
exigencias de los grupos y sectores empoderados. La construcción de una
nueva realidad lleva consigo, necesariamente, la construcción de un modelo
de profesional de las ciencias jurídicas diferente, que rompa con los
esquemas y patrones anteriores, y que a la vez sepa tomar de ellos lo mejor,
lo que es factor de progreso y cambio social.
Siendo la licenciatura en Derecho una antigua disciplina universitaria, no ha
dejado de presentar como dificultad su conservadurismo metodológico, lo
que la ha ubicado históricamente distanciada de los abordajes teóricos de las
Ciencias Pedagógicas en general y de la Didáctica en particular. Esta
situación se manifiesta en cualquier forma de expresión del proceso
formativo. La enseñanza de la Historia no ha estado al margen de esta
realidad, y debe decirse, por la forma en que usualmente se concibe para la
carrera, que ha sido una de las más criticadas por estudiantes y profesores,
en la medida que no le ven la aplicación práctica de otras disciplinas y
asignaturas del ejercicio de la profesión. | |