Como respuesta a la crisis financiera de 2008, los países desarrollados intensificaron sus inversiones en lo denominado como "economía del conocimiento", proceso por el cual las innovaciones científico-tecnológicas mejoran la productividad e incentivan el crecimiento económico. Para esto, es necesario incorporar un conjunto de trabajadores con habilidades relacionadas con la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas. Sin embargo, el mundo desarrollado se enfrenta con diversas restricciones para desarrollar dichas políticas. Por un lado, las severas dificultades demográficas a causa del envejecimiento de su población y, por el otro, la insuficiente formación de recursos humanos internos con las facultades académicas requeridas por la economía del conocimiento. Ante este panorama, las economías desarrolladas intensifican sus políticas de atracción de migrantes altamente calificados y modifican sus programas migratorios, con el objetivo de priorizar a migrantes con las formaciones demandas por los mercados laborales. Dichas economías no solo tratan de atraer a los migrantes calificados, además, desarrollan un conjunto de estrategias orientadas al reclutamiento y retención de los estudiantes internacionales. Es importante señalar que los migrantes calificados son más bien escasos, sobre todo si se comparan con los flujos masivos de migración indocumentada, situación que permite sostener que, en la actualidad, los países desarrollados están inmersos en una competencia global por los talentos.