Mil ciento cincuenta y tres llevaba en su inventario. Verdes con amarillo, blancas con naranja, rojas, celestes, blancas con una rayita en el medio, pequeñitas, grandes ovaladas, en cápsulas, masticables, gigantes, diminutas, para dormir, para no dormir, para el estómago, para el dolor de muela, para aumentar músculos, para el corazón, para matar los bichos, para la felicidad, para el día después, para la hombría, para seguir viviendo, para morir con dignidad… Creció con ellas y ellas dentro de él, siempre enfermizo, siempre con un dolor; su casa entera era un surtido botiquín.Azogues