Las aplicaciones de los vórtices ópticos se han multiplicado en los últimos años, abarcando numerosos campos incluido el astronómico. Un vórtice se caracteriza por su forma helicoidal, la cual es expresada de la forma eimØ, donde m es un número entero denominado la carga topológica y Ø es la coordenada acimutal. La vorticidad es un modo eficiente de eliminar la luz de un objeto brillante que se encuentre en el eje de la pupila de un telescopio. En el rango óptico e infrarrojo se han propuesto y construido coronógrafos aprovechando las características de los vórtices, no obstante, la vorticidad no está limitada a estas frecuencias y puede implementarse en otras regiones del espectro electromagnético para la misma aplicación. En radioastronomía, los telescopios utilizados son antenas parabólicas, se les prefiere por su alta directividad y capacidad de concentrar la radiación captada. Una forma de lograr que una antena genere un vórtice, es deformando la superficie de su reflector primario de modo que adquiera forma de hélice, esta deformación depende de la carga topológica y de la longitud de onda. Al modificar esta superficie, surge una singularidad (un vórtice) en el centro del patrón de radiación de la antena, la cual, puede aprovecharse para convertir un radiotelescopio (una antena) en un coronógrafo.