ArtículoHa llegado, por fin, el día tan esperado, no solo por aficionados, organizadores, autoridades y vendedores de servicios turísticos, sino también, tal vez, por la mayor parte de la población mexicana, y porque no, del orbe entero. Es la mañana del 31 de mayo de 1986. El estadio Azteca está lleno hasta los topes, a pesar del precio más que caro de los boletos y las series para asistir a los juegos del Campeonato mundial de Futbol “México 86”. Hoy es la inauguración. Arribar al “Coloso de Santa Úrsula” ha significado para los asistentes un verdadero viacrucis: miles de vehículos desde las 8 horas circulan lentamente por todas las avenidas y calles que conducen a esa constatable “Catedral del Futbol”.