Personas de origen africano en condición de esclavitud fueron trasladadas a la Nueva España durante casi todo el periodo de dominación española. Desde el arribo de Hernán Cortés y demás conquistadores y colonizadores europeos se introdujeron esclavizados, aunque se trató de un número reducido y generalmente de africanos ladinos ya asimilados con la cultura hispana. Con el tiempo, tras la demanda de mano de obra por parte de las empresas económicas europeas que se fueron instalando en la América Septentrional, por el descenso demográfico de la población nativa y la situación del comercio negrero, arribaron mayor cantidad de esclavos a las Indias Occidentales. Sobre todo en el periodo que comprendió los años de 1580 a 1640, cuando la unión de la corona castellana y la portuguesa facilitaron la entrada de más esclavizados, debido a que los tratantes negreros lusitanos (rendeiros) tenían en ese momento el casi monopolio de su comercio.1 A partir de la segunda mitad del siglo XVII la compra de africanos en condición de sometimiento fue disminuyendo pues el mercado interno de criollos abasteció la demanda. Para el siglo XVIII, con la recuperación de la población nativa, el incremento de los grupos mestizados y los precios elevados de los esclavizados se dio pasó a un paulatino desuso de mano de obra cautiva.