En la década de 1970 tomo forma una corriente historiográfica revisionista que hizo añicos la visión oficial de la revolución mexicana y se dio a la tarea de reescribir la historia de la nación, evaluando y analizando las particularidades de las múltiples regiones que constituyen nuestro país, para dilucidar el papel desempeñado por ellas en el gran movimiento social estallado en 1910. Fue entonces que el norte salto a la palestra, pues de allí habían surgido los vencedores, los caudillos que imprimieron un acelerado ritmo al proyecto modernizador, dejando atrás, vencidas, otras propuestas sociales ancladas con mayor firmeza en el pasado. Tal corriente historiográfica adjudico al norte y a los norteños una fácil vocación a la modernidad, al cambio, al pragmatismo económico y político, así como una débil raigambre religiosa. Destacados investigadores han resaltado la débil presencia de la Iglesia católica en el norte, de donde derivan una fuerte tendencia anticlerical, rasgo que marcó endeleblemente al Estado posrevolucionario.