En el curso de algunas briosas polémicas Sarmiento es reprochado por no haber sido fiel a nadie y, en consecuencia, de carecer del genuino sentimiento de amistad. Los autores de esa tacha son personalidades destacadas; las mueve el encendimiento de las luchas políticas; contemplan al personaje desde ese ángulo únicamente. Atemperan un poco, en seguida, el categórico juicio cuando añaden que ama a la niñez más que a los niños, a la patria más que a los compatriotas y a la humanidad más que a los hombres. En suma, pecarían sus afectos de ser puramente intelectuales. Reproche curioso, a decir verdad, como dirigido a la figura consular más reciamente concreta de la república. Su mentalidad, en efecto, está de tal modo conformada que, en lugar de transformar lo concreto en abstracto, convierte lo abstracto en concreto.Universidad Nacional de La Plata