Más allá de las manifestaciones concretas y específicas de la tecnología, en forma de maquinaná y equipo, procesos o calificación de la mano de obra, es preciso pensar en su fundamentación gnoseológica. Se constata entonces que la tecnología es, en esencia, conocimiento aplicado. El conocimiento que desemboca en aplicaciones tecnológicas es tanto de origen empínco como científico. Son bien sabidas las raíces histón·cas de las técnicas que gradualmente fueron penetrando en los sistemas productivos y que surgieron del conocimiento empírico o, cuando más, de la aplicación informal del método inmediato de Prueba y eror. En los primeros estadios del desarrollo tecnológico el conocimiento científico venía con posterioridad como explicación de los fenómenos técnicos. Los histonádores de las ciencias y de las tecnologías nos ilustran en detalle el procuo que llevó al fenómeno inverso cual es el de la ciencia como origen y fundamento de la tecnología moderna. Esto hace que las tecnologías que hoy sustentan todos los procesos productivos sean intensivas en ciencia. Si la tecnología es fuente de rendimientos económicos y éstos de poder aparece con claridad silogística el rol de la ciencia en la consolidación o modificación de las relaciones de poder tanto en el ámbito internacional como en el nacional. El profesor Rómulo Gallego Badillo de la Universidad Pedagógica Nacional está escribiendo un libro sobre este tema y de él ofrece un avance en el presente artículo.