La práctica odontológica como cualquier otro ejercicio profesional en el área de las ciencias de la salud, exige volver la vista a nuestra condición de seres humanos; es por ello que, la interpretación de la premisa: “No basta ser un buen odontólogo. Fundamentalmente hay que ser un odontólogo bueno” (Gilberto Cely Galindo, S.J., 2005), puede darse desde distintas vertientes del conocimiento científico. Desde un punto de vista lingüístico y dado a su profundo contenido semántico, permite asumir una postura humanista-antropocéntrica que centra toda nuestra atención y reflexión en el ser humano y la sociedad en la cual actúa; tal postura epistemológica propicia y nos obliga a repensar seriamente sobre lo humano en el contexto científico y sobre todo, como profesionales de la salud avocados a brindar bienestar a los pacientes.