En una charla que el arquitecto italiano Mario Botta ofreció en el Museo de Bellas Artes cuando visitó Venezuela, le escuché decir que «la Arquitectura se puede aprender, pero no enseñar». Esa frase quedó profundamente grabada en mí, pues me enfrentó a lo que luego sería el ejercicio de una vocación latente y vital: la docencia. Este ensayo da testimonio de algunas inquietudes sobre las que reflexionaba cuando comenzaba mi carrera académica en la FAU UCV.