dc.description.abstract | Resumen: El salto realizado aquí desde los Padres (Ireneo y Tertuliano) a los medievales (Buenaventura) no es fortuito. Ciertamente, se objetará, y con justicia, que
San Buenaventura no conoció, ni tuvo acceso, a Ireneo ni a Tertuliano, como
ocurre por otra parte con el conjunto de los autores medievales. No obstante,
la filiación de Buenaventura con Ireneo, como con todos los primeros Padres
de la Iglesia, es, según la opinión de numerosos intérpretes, conceptualmente
de las más manifiestas, aunque no históricamente fundada. Así ocurre, por
ejemplo, con la perspectiva “monadológica”, según la cual estamos comprendidos “en el Verbo” (Col 1, 16), de la visión estética de la Creación como obra
y no como producto, o aún, y finalmente, del motivo soteriológico por el cual
el pecado no es la única razón de la Encarnación, sino también la ambición
transfiguradora del mundo como habitáculo de Dios1. Pero hay más, y mejor,
en el Dr. Seráfico, pues, si hay un punto en el cual él difiere del conjunto de
sus predecesores, y (re)encuentra una conceptualidad al menos olvidada, es en
primer lugar en su doctrina de la “conversión de los sentidos”, a la que es preciso referirse: “Orígenes, por así decir, ha descubierto la doctrina de los cinco
sentidos espirituales (...) hasta el momento en que en San Buenaventura el
pequeño arroyo crece para convertirse en un verdadero río” (H. Urs von
Balthasar). Allí, más que en cualquier otra parte, y según las palabras ya citadas de Paul Claudel, “no es sólo el espíritu que habla al espíritu, sino la carne
que habla a la carne. | |