Trazar y construir un ferrocarril es cosa fácil. Nos asignan dos puntos sobre el planeta para construir entre ellos una vía férrea. Acudimos de inmediato a cualquier aparato, computador, tableta o teléfono, que pueda conectarse a la red, y con solo mencionarlos nos aparecen en la pantalla, localizados en un mapa, los dos sitios buscados. Pero no solo eso. Nos suministran sus coordenadas geográficas, su altitud, la distancia entre ellos y en tres dimensiones la orografía y el detalle de los accidentes geográficos interpuestos entre los dos. Simplemente le pedimos a un programa de computador que nos trace entre estos en pantalla la opción que mejor se ajusta a nuestros requerimientos. Podremos entonces incluir una nueva variable: costos, para que el programa nos dé una serie de alternativas de trazado, dentro de las cuales podamos escoger la que nos parezca más apropiada, de acuerdo con nuestro saber y entender. Es así de fácil en el siglo veintiuno.