La nación purépecha es uno de los sesenta y ocho pueblos indígenas que habitan en México, se encuentran asentados principalmente en el occidente del territorio nacional en el estado de Michoacán, y se encuentran organizados en cuatro regiones culturales identificadas por las singularidades en que el territorio ha permeado su cultura. Los purhépechas o purhé, como ellos se denominan conservan sus rasgos culturales tales como la lengua, la vestimenta, su organización familiar y un repertorio de creencias (kosmos), conocimientos (corpus) y prácticas (praxis) del entorno en el que habitan, así como de sus relaciones bioculturales, en las cuales destacan las asociadas con el sistema alimentario como lo son la caza, la recolección y la agricultura. Pues al estar asentadas las cuatro regiones purhépechas sobre el trayecto del Sistema Volcánico Transversal Mexicano, las comunidades cuentan con una diversidad de ecosistemas en sus territorios; desde las montañas que proveen de recursos forestales a la Meseta, las regiones agrícolas de la Ciénega y de la Cañada, hasta los recursos hídricos y pesqueros de la región lacustre. Por su parte, el origen volcánico del suelo provee a la región de suelos fértiles, los cuales proveen a las cuatro regiones de una diversidad de especies a su disposición, las cuales se ven reflejadas en un rico y variado repertorio de alimentos los cuales pueden ser regulados dependiendo de la estacionalidad y del calendario religioso y ritual de la comunidad en la que se adscriben. En 2010 la cocina tradicional mexicana, bajo el paradigma de Michoacán obtuvo su inserción en la lista representativa de Patrimonio Cultural Inmaterial (PCI) de la UNESCO, por lo que se han desprendido diversas iniciativas en el país y en estado de Michoacán para la protección, salvaguardia y divulgación de la cocina ‘tradicional’, en este contexto la aportación de las comunidades indígenas en esta cocina es relevante. Mediante la etnografía con comunidades pertenecientes a la región cultural conocida como la Cañada de los Once Pueblos, al noroeste del estado de Michoacán, la presente investigación muestra como hasta el día de hoy, y a pesar de los esfuerzos realizados y del interés en participación de las organizaciones purhépechas en este tipo de eventos; cocineras, artesanos y artistas de la región, han expresado la falta de espacios de participación en ellas, debido a que la mayoría de estos eventos, de carácter privado, han estimulado la participación de ciertos grupos e individuos con intereses definidos. Estas relaciones de poder implícitas en la gestión patrimonial del estado han llevado a sus portadores a la reinterpretación de su experiencia patrimonial, la cual al interior de las comunidades se transforma en convulsa y controvertida; mientras para algunos grupos representa el empoderamiento económico, la integración de la familia a un oficio y la revalorización del papel de la mujer, para otros representa la exclusión y el silenciamiento de individuos, prácticas y relaciones comunitarias. Así como para otros, la apertura a la reflexión sobre aspiraciones más amplias como las del reconocimiento de sus aportes desde su identidad, sus demandas políticas, culturales y territoriales, así como de la vinculación de su alimentación ahora patrimonializada con su efectivo derecho a la tierra y el cuestionamiento sobre la justicia alimentaria en la región (Suremain, 2017). Así, las resignificaciones de las manifestaciones del pueblo purhé se expresan en diversos niveles, generando nuevos espacios de experimentación del patrimonio propio, y con sus tensiones entre la búsqueda de la vida armónica y la implementación de las agendas las cuales buscan un crecimiento económico regional mediante la gestión de sus individuos, expresiones y territorios.