dc.description.abstract | Es indudable que el desarrollo de la ciencia moderna ha tenido repercusiones
decisivas en el ámbito de la filosofía. A partir del siglo XVIII, con la consolidación de la
física newtoniana, se inicia una progresiva separación entre ciencia y filosofía. La relación
entre física y metafísica se vuelve especialmente problemática, pues, la ciencia física parece
desarrollarse de una manera autónoma y autocorrectiva, proporcionando un conocimiento
fiable acerca del mundo. Este conocimiento alcanza a cuestiones de amplia generalidad, tales
como la naturaleza del espacio, el tiempo, la materia, o el cambio; cuestiones que
tradicionalmente se hallaban bajo el dominio de la ontología general. La ontología, en tanto
teoría acerca de lo que hay, se consideraba como un conocimiento a priori cuyos resultados
eran necesarios. Sin embargo, en muchos casos éstos se mostraron en conflicto con el
conocimiento empírico proporcionado por las teorías físicas. La situación es más aguda en
nuestros tiempos en que la física ha producido grandes revoluciones conceptuales, como la
relativista y la cuántica. Esto no implica, en mi opinión, que la ontología :filosófica carezca
de sentido y que haya que renunciar a ella. Pero me parece ineludible plantear dos problemas
esenciales que suscita la relación entre ciencia y ontología. En primer lugar, ¿debemos hacer
compatibles nuestras teorías ontológicas con las teorías cientifícas? En segundo lugar,
¿podemos resolver disputas :filosóficas acerca de lo que hay apelando a los resultados de la
ciencia? | |