Ofrece un marco interpretativo de la discriminación juvenil a partir de un capital simbólico de la escuela. La educación, desde el punto de vista simbólico, está compuesta por tres capitales: integrativo (movilidad social), productivo (inserción laboral) y creativo (respuestas innovadoras para los cambios sociales). Las demandas que la sociedad y las personas le hacen a la escuela se refieren a estos capitales. El proceso educativo puede ser visto como de capitalización; pero al ser simbólicos, los capitales son potenciales y se ordenan en tres sistemas de habilidades que la educación ofrece como promesa o logro: el científico-humanista, el tecnológico y el de habilidades ético-sociales. En este esquema, al transitar por la escuela, los estudiantes van adquiriendo consistencia en estos sistemas de habilidades. Sin embargo, ellos no son internalizados de igual manera por todos los jóvenes y se van produciendo ventajas y desventajas en las capitalizaciones y, por ende, en las presencias sociales